Reflexión personal por Estefanía
Falcón Falcón.
Modelos de función pública y
funcionarios.
Como hemos
estudiado en clase hay dos modelos de función pública. Uno es el sistema
abierto, que se basa en normas de derecho privado y garantiza rentabilidad,
coste y eficacia de los servicios públicos. El otro sistema es el cerrado, que está
asentado en normas de derecho público y en el que los factores de coste y de rendimiento
son subordinados a las necesidades de interés general.
En el sistema
cerrado, para ingresar en la administración, los funcionarios pasan por la superación
de ciertas pruebas, por lo cual se garantiza el mérito, la capacidad y la
igualdad. Sin embargo, en el sistema abierto, estos aspectos no son del todo
regulados. En este caso con el sistema cerrado nos aseguramos que el personal
que adquiera el puesto esté totalmente preparado para el mismo.
En el sistema
abierto hay una mayor rentabilidad que en el cerrado que da lugar a una baja
rentabilidad en gran parte por el hecho de que los funcionarios son permanentes.
Para ser
funcionario es cierto que hay que prepararse unas oposiciones, las cuales conllevan
un gran esfuerzo. Habrá muchísimas personas que se preparen oposiciones y que
realmente tengan la vocación de trabajar en algunas de las administraciones
como funcionarios, pero muchas otras personas que sin vocación estudian la oposición
por el hecho de que quieren tener un puesto fijo, que también es razonable esta
opción y comprensible. Pero hay que tener en cuenta, que cuando una persona
hace un trabajo que le guste pone más empeño, intenta aprender y hacer distintos
cursos para avanzar en esa materia y para alcanzar puestos de más importancia,
mientras que el que realmente no tenga vocación será más difícil que quiera
aprender sobre la materia. También es cierto que con el tiempo se acomodan muchos
de funcionarios a sus puestos de trabajo, es decir, con el pensamiento de que
es para toda la vida el puesto de trabajo y que hagan bien o mal su trabajo van
a cobrar lo mismo, muchos se despreocupan, y parece que se les olvidan que si
tienen intereses por los que luchar que son los interés comunes de todos. Pero como he dicho no todos son iguales y si
que hay funcionarios de vocación, que trabajan y les gustan su trabajo, que se
lo toman enserio, y no es justo después de las duras pruebas que pasan que se
les englobe a todos en el mismo saco de vagos.
Bajo mi opinión
creo que deberían hacerse mas inspecciones en las distintas administraciones
para evitar que se acomoden, porque los funcionarios si no actúan como es
debido también pueden perder su puesto. También
se deberían introducir más medidas de motivación para los funcionarios. No
olvidemos que los funcionarios no son solos los administrativos( que son los
que más mala fama tienen con respecto a no tomarse enserio su trabajo cuando no
todos son así), son funcionarios también los profesores que son los que nos
inculcan una gran parte de nuestra educación, son también funcionarios la policía
y cuerpos de seguridad que velan por nuestra seguridad arriesgando su propia
vida, son funcionarios esos médicos que salvan muchas vidas, etc. En conclusión, “no generalicemos porque hay
funcionarios que valen la pena”.
Comentario realizado por María Dolores Cabello Cabello
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con mi compañera en que no hay que meter a todos los funcionarios “en el mismo saco” con respecto a su situación del trabajo en la Administración. Afortunadamente hay personas en la función pública muy cualificada y motivada, que desempeñan su trabajo gustosamente y sin ningún tipo de laxitud.
Sin embargo, considero que para ese “acomodamiento” de dichos empleados no basta solo con la inspección de los mismos, o con motivarlos más. Pienso que una medida que también puede resultar satisfactoria sería una especie de “control interno” dentro del departamento o área administrativa en que el funcionario lleve a cabo el ejercicio de la función pública. Por tanto, opino que además de la inspección, que podemos considerar como un control externo, llevado a cabo por una persona ajena al ámbito de trabajo; un supervisor interno de cada departamento sería más efectivo. El mismo compartiría el día a día con los trabajadores, los conocería más, podría conocer más directamente sus inquietudes y motivaciones, y además podría llevar a cabo decisiones y órdenes para la corrección de errores dentro del trabajo público: por ejemplo, el relajamiento de los funcionarios en el puesto de trabajo que apuntaba mi compañera.
Por último, además, creo que tener a un supervisor, un “vigilante” dentro de cada departamento administrativo, podría desembocar en que los funcionario se sintieran observados y de este modo procuraran desempeñaran su trabajo adecuadamente y sin ningún tipo de requerimiento para que así fuera.