miércoles, 24 de abril de 2013

Reflexión personal sobre motivación y liderazgo.


Irene Moreno Manzano


El liderazgo es una cuestión trascendental dentro de las organizaciones, estrechamente relacionado con la motivación. Desde tiempos inmemoriales han existido líderes en toda clase de organizaciones. Personalidades como  Alejandro Magno, Napoleón, o incluso Hitler, entre otros, han sido, para bien o para mal, unos de los grandes líderes de la historia.

El liderazgo ha de entenderse como la destreza del individuo en cuestión que permite estimular a aquellas personas que tiene a su cargo para la realización de actividades relevantes con el fin de conseguir los objetivos de la organización en la que se enmarquen; Además, un buen líder debe saber anticiparse  a los problemas y visualizar los cambios futuros que serán necesarios para lograr la viabilidad de la organización, y orientar hacia dichos cambios una vez más el compromiso de los empleados a su cargo. Todo ello hace del líder una figura necesaria tanto para las organizaciones de ámbito privado como público.
En el sector público, la realidad nos muestra la evidente desmotivación del funcionariado a la hora de ejecutar sus funciones, denotando por consiguiente, un claro problema entorno al liderazgo en las Administraciones Públicas; ejemplos de una larga lista lo constituyen la costumbre del mínimo esfuerzo con  la que ejercitan sus actividades, que llega en ocasiones a rozar el más puro pasotismo hacia sus funciones; o los continuos retrasos en el comienzo de sus  respectivas jornadas laborales. Todo ello son situaciones constantes que se reproducen continuamente sin la correspondiente imposición de unas medidas o sanciones que eviten su repetición. Y es que, entre los empleados públicos no hay un verdadero régimen de motivación, pues éste carece de la imposición de sanciones y, como contrapunto, de alicientes y recompensas que inculquen verdaderamente al funcionario una razón para ejercitar correctamente su tarea. Todo ello nos lleva a una Administración en la que el compromiso de sus empleados es prácticamente inexistente.
En el marco de esta situación, ha de tenerse en cuenta que liderazgo y dirección son conceptos distintos, y que esta cuestión aparece un tanto confusa en la Administración Pública, la cual se caracteriza por su estructura altamente jerarquizada y burocratizada, en la que predomina la dirección sobre el liderazgo. Este problema nos lleva a un círculo vicioso, basado en la ausencia de unos directivos  capacitados profesionalmente para afrontar esta situación, puesto que los altos cargos de la Administración están condicionados por el albur político y las decisiones tomadas bajo el criterio de la libre elección, comúnmente denominado “elección a dedo”. La Administración, al igual que cualquier tipo de organización privada, requiere de unos lideres capaces, ante todo, de inculcar a los empleados los valores y el nivel de compromiso necesario, para que estos realmente estén motivados y alcancen un buen nivel de rendimiento, logrando en última instancia una organización eficaz y productiva.

De todo lo anterior, se puede deducir una clara perdida de liderazgo en la Administración, que conlleva en puridad a una entidad ineficaz y no óptima para servir a los propósitos que fundamentaron su creación, el cual no es otro sino el de atender a las necesidades de los ciudadanos para lograr un Estado de Bienestar, ayudando a superar los problemas sociales que se suscitan. Todo ello nos lleva a evidenciar que, las teorías sobre la materia que tratamos no son más que puro papel mojado, que no concuerda con la realidad que observamos en el sector público, al no ser éstas desarrolladas en la práctica.

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