viernes, 17 de mayo de 2013

Reflexión personal sobre la formación del personal en la Administración Pública

Reflexión personal de Macarena García Muñoz


La formación del personal debe ser una actividad continua, que ha de durar toda la vida profesional del empleado y cuya finalidad última es logar que el trabajador se adapte a los cambios, se prepare para desempeñar funciones distintas y adquiera capacidades para hacer frente a la movilidad funcional.  

Centrándonos en el ámbito público, el tema de la formación acapara gran importancia, ya que nos encontramos ante profesionales que prestan y satisfacen servicios de los ciudadanos. Por esta razón, los empleados públicos deben contar con conocimientos  máximos y actualizados en todo momento, y así satisfacer a los ciudadanos de la forma más óptima.

Sin embargo, todo lo anterior no es más que una idealización que no va más allá de lo que debería ser y no es. En la realidad nos encontramos ante una situación que podríamos destacar por la poca o falta de formación  de los empleados públicos.

Desde mi punto de vista, la responsabilidad de esta “desformación”, recae tanto en las propias Administraciones Publicas, como en los propios empleados.

Las Administraciones aparecen como responsables de dicha “desformación”, porque son éstas las obligadas a suministrar la formación a sus empleados. Por ello, las AA.PP deben proporcionar todos los medios y oportunidades posibles al trabajador para que reciba la preparación adecuada. En contra de esto, las Administraciones lo que hacen es mostrar falta de interés respecto a la formación de su personal, en buena medida propiciado por la falta de competitividad que provoca su monopolio. ¿Importa el conocimiento del trabajador si es el único que puede prestar el servicio?

No obstante, hay que señalar que existen medios de formación proporcionados por las AA.PP como son los Planes anuales de formación, convocatoria regular de cursos, etc. Si bien, puede que estos medios no sean suficientes, y fuera necesario aumentar las posibilidades de acceso a los mismos para satisfacer las exigencias de sus trabajadores.

En muchas ocasiones, los responsables de la falta de formación son los propios empleados públicos. La mayoría de empleados públicos solo muestran interés por los cursos de formación cuando se desarrollan dentro del horario laboral o para sumar puntos en cuanto a méritos. Una vez que cuentan con la puntuación máxima o se realizan en horario extra-laboral ya pierden su atractivo. En otros casos, la falta de interés en formación del empleado público puede provenir por la propia desmotivación que sufre en su trabajo. Esta desmotivación cada vez es más acentuada, ya que en los últimos tiempos solo asistimos a bajadas de salarios cada vez más numerosas y significativas, eliminación de pagas extraordinarias…

Como conclusión, me gustaría resaltar el cambio de concienciación que debe sufrir la sociedad, y en este caso, el empleado público. No debe imperar la ley del mínimo esfuerzo, sino que debemos de ver más allá de nuestro interés. No hay que olvidar que todos somos ciudadanos y, por ello, destinatarios de los servicios de la Administración. Si todos contribuimos lograremos construir una Administración eficaz, eficiente y, lo más importante, actualizada al momento en el que vivimos.

Invertir en formación, es invertir en futuro.

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