domingo, 19 de mayo de 2013

Reflexión personal



En anteriores publicaciones he tratado el tema del liderazgo y de la motivación y la incidencia de ambos en una organización. Aparte de estos aspectos, en una organización repercuten múltiples factores como el de la formación de los trabajadores, pero además de éstos que se relacionan tanto con el trabajador como con la dirección, hay otros aspectos cuya mejora y calidad no están en manos de los trabajadores. Se exige de éstos una formación, una actitud positiva frente a la empresa pero no sólo la consecución de estos aspectos propician la buena marcha de la vida de la organización. En la mayoría de las ocasiones la creatividad, actitud positiva, responsabilidad o compromiso precisan de cambios y mejoras en el entorno de trabajo, cosa que compete principalmente a la dirección y no al trabajador. Los trabajadores son los portadores de competencia y talento pero necesitan que se les propicie el entorno adecuado para extrapolarlos.

Por lo tanto el buen funcionamiento se debe a una constante interactuación entre trabajadores y la dirección, es una labor conjunta. De hecho opino que la primera labor de la empresa es seleccionar mediante el proceso adecuado al trabajador que precise la organización en atención de su experiencia, estudio y demás, y una vez que se ha determinado que efectivamente ese trabajador tiene las condiciones óptimas para el puesto, procurar crear un ambiente, funcionamiento y estructuración en la empresa que permita al trabajador demostrar sus conocimientos y adquirir unos nuevos cumpliendo así con los objetivos y razones para las que se le contrató. Esta idea parece evidente, el hecho de que es necesaria la labor conjunta de dirección y subordinados en una empresa, pero es común cómo la falta o limitación de los trabajadores repercute negativamente en la organización.

Teresa Fernández- Mensaque Santos

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