Dicen
que sarna con gusto no pica pero que si pica, no mortifica; dicen también que
elegir un trabajo que te guste supone no tener que trabajar ni un día de tu
vida*; y que solo hay dos opciones,
vivir para trabajar o trabajar para vivir.
No obstante, y como todo en esta vida, nada es
blanco o negro, sino que todo está teñido de una amplísima escala de grises, la
cual, vamos a analizar a través del prisma del empleado público.
Pues no
tengo como intención negar lo evidente, que todo aquel que disfruta en el
ejercicio de oficio, tiene mucho ganado. Pero no es la motivación, el degustar de
las cosas, una situación puntual que, una vez alcanzada por el trabajador, no
se pierde. Sino que, y una vez más “como
todo en esta vida” lo importante no es alcanzar tal situación de motivación,
sino mantenerse en ella. Y, personalmente considero, tal punto de partida es el
que han de tener en especial consideración aquellos quienes dedican su labor a la gestión
de los recursos humanos en el ámbito de la Administración Pública.
Como
principal herramienta a través de la cual alcanzar la motivación deseada-
aquella por la cual el empleado no encuentre (tan) desagradable el madrugar
cada mañana, o, por la cual, el funcionario que deba estar ocho horas diarias
encerrado entre las mismas cuatro paredes y sometido a una importante presión,
encuentre, sin quererlo, sin buscarlos, motivos que equilibran la balanza;
incluso, simplemente, aquella motivación por la cual el trabajador encuentre importantes dificultades a la hora de expresar
las escusas que ese día le permitan ausentarse, total o parcialmente, de su
puesto de trabajo o, simplemente, aquella motivación por la cual ese día no
necesite argumentar las razones que le ayuden a recrearse, a llegar al
convencimiento moral de que la poca eficacia, preocupación y desempeño en su
actividad , no le es reprochable y es justa causa derivada del sin sentido de
su situación laboral - podemos enunciar,
por tanto, como instrumento para fomentar tal motivación, las estrategias de
motivación.
Doy por
hecho que el lector de esta reflexión, pues así debería ser, es conocedor de
las distintas categorías de estrategias
de motivación que dentro del ámbito de la Administración Pública podemos
encontrar. Se podría decir, que aquellas denominadas “externas” son tarea
propia de los gestores de los recursos humanos y, en última instancia, de la
propia Administración. Son aquellas que buscan el fomento de la motivación a
través de las retribuciones, la posibilidad de ascenso y promociones, el
reconocimiento público de la labor bien realizada… Mientras que, por otro lado,
aquellas conocidas como “internas” aun cuando ha de ser la Administración, sus
gestores, los responsables en crear la situación y condición adecuada, son los
propios trabajadores quienes han de administrárselas. Dentro de esta segunda
categoría podemos enunciar el fomento de la participación de los empleados en
sus trabajos, fomentar los grupos de trabajos autodirigidos, donde los
empleados tengan cierta autonomía y poder de decisión…
Sin
embargo, aquella imagen del funcionario perezoso y poco trabajador que Mariano
José de Larra entonces describía en su
famosísimo artículo “ Vuelva usted mañana” , sigue siendo, hoy, fiel reflejo de
la percepción actual que sino todos, una importante mayoría, compartimos acerca de los mismos.
Pues, de
todos es sabido, que las expectativas de cualquier ciudadano momentos previos a
la realización de algún trámite a través del servicio público son, cuanto poco,
pesimistas.
El
problema es que se trata de una visión tan arraigada ya en cada uno de los
ciudadanos, que se tiene por cierta, y aquel osado que se aventure a cuestionar
la veracidad de tal percepción aportando incluso la prueba de la experiencia
positiva, será contrarrestado con argumentos que aludan a la “suerte” y/o
“causalidad” de aquel puntual día.
¿Se
trata, pues, de un problema de motivación, de una insuficiente gestión o
aplicación de las estrategias de motivación anteriormente aludidas? O, ¿Puede
ser que la situación de pesimismo que a día de hoy se sigue respirando en todo
aquello que tenga relación con el servicio público responde a motivos mucho más
de fondo relacionados con la propia cultura y la forma de ser de los españoles?
Como es
de esperar, no tengo la respuesta a dichas preguntas. Si puedo decir, que en el
ámbito de las Administraciones Públicas, las medidas para fomentar la
motivación de los empleados se tienen muy presente no solo en la teoría sino en
la práctica. De modo que la situación que a día de hoy, y después de tantos
años, seguimos viviendo en relación con la Administración Pública no parece que
encuentre su principal motivo en la ausencia o deficiencia de tales estrategias.
No obstante, también he de decir, utilizando
ahora las palabras de José de Larra, que
la frase “Cosas de este país” que para muchos “sirve de clave para toda clase de explicaciones” justificando el bajo rendimiento de los empleados
públicos, las eternas dilaciones en los plazos, la ausencia de información…no
soluciona absolutamente nada.
Considero
de cobardes acudir continuamente a tal muletilla, como medio a través del cual
descargar toda la responsabilidad sobre la nación, sin reconocer la parte de
culpa que sobre cada uno, por supuesto,
recae.
Pretendo, únicamente y una vez más, a través de
estas palabras, invitar al debate colectivo así como a la reflexión más íntima sobre la
responsabilidad que cada uno tenemos en el estado actual de la Administración
Pública. Como decía José de Larra, “olvidemos
esa funesta expresión que contribuye a aumentar la injusta desconfianza que de
nuestras propias fuerzas tenemos y contribuya cada cual a las mejoras posibles”.
* Confucio, filósofo chino.
Reflexión realizada por Belén Hernández Laserna.
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