Suele utilizarse el nombre de Larra para criticar a los
funcionarios, pero el escritor se refería a la pereza del español medio, y no
al trabajador público
Parece que ahora son los
culpables de la crisis. Ni los bancos que ofrecían productos basura, ni la
especulación urbanística que ha llenado de cemento nuestros litorales, ni las
políticas que veían brotes verdes donde sólo había negros pozos. La crítica generalizada a los funcionarios
llena diarios y tertulias. La imagen de un empleado público, ineficaz y
holgazán, y que siempre está almorzando, ha ido haciendo mella en la sociedad.
Pero funcionarios también son los médicos que salvan vidas, las enfermeras que
cuidan a las personas con dificultades, el policía que arriesga su vida para
que la de los demás sea más cómoda, o el profesor que nos abre la mente para
que no caigamos, una y otra vez, en prejuicios creados con toda la
intencionalidad.
Suele utilizarse el nombre de Larra para
criticar a los funcionarios, citando una y otra vez el célebre artículo Vuelva usted mañana, publicado en 1833 en El Pobrecito Hablador bajo el pseudónimo del Bachiller. El
escritor romántico, muy crítico con la sociedad en la que le tocó vivir,
realiza una sátira del trabajador español, y le acusa de estar regido por el
"pecado mortal de la pereza". El texto narra cómo un extranjero
visita España para invertir su capital. Sans-délai, que viene de París, quería
permanecer 15 días para resolver sus objetivos. El narrador del artículo le
responde con una carcajada y le asegura que no se marchará de Madrid en menos
de quince meses. "Sabed que no estáis en vuestro país activo y trabajador",
le dice.
Larra nos explica las peripecias
que el extranjero va sufriendo. Primero busca un genealogista para encontrar
sus antepasados familiares. La respuesta de la criada del
"profesional" siempre será la misma: "Vuelva usted mañana".
Un día está en los toros, otro; haciendo la siesta, otro; no se ha levantado
todavía y, finalmente, se equivoca con su apellido. Más tarde, Sans-délai
topará con un traductor, un escribiente, un sastre, un zapatero, una
planchadora o un sombrerero. Ni rastro del funcionario, burócrata y
despreocupado, al que tantas veces se alude al citar el conocido artículo.
Es cierto que al final del texto
describe a un "oficial de mesa", una "señoría" que no les
atiende porque dice estar siempre ocupadísimo, aunque la verdad es que está
leyendo el periódico. Pero tampoco se trata de un funcionario tal y como hoy lo
entendemos porque esa figura, en realidad, no existía. El empleado público
típico del siglo XIX se llamaba "cesante", era designado por el
político de turno, y elegido por sus filias más que por sus méritos. Ahí está
la verdadera crítica.
El cesante, pues, es lo que hoy
se reproduce en forma de cargos elegidos a dedo - podemos poner tantos
ejemplos, aún... - y sin ningún tipo de experiencia anterior en el lugar que va
a ocupar. Es por ello, porque el estado necesita técnicos cualificados y
profesionales especialistas, que ya Antonio Maura, en 1898, denuncia la
situación en un duro discurso en la Academia de Jurisprudencia (también lo
hace, en 1888, Benito Pérez Galdós en su novela Miau). No será
hasta el Estatuto de 1918 cuando se recogerá la inamovilidad de los
funcionarios, medida fundamental para conseguir la independencia de la Función
Pública, y la estabilidad de las administraciones.
Qué duda cabe que en un mundo
complejo todo es revisable. Y, hoy, buscar la máxima eficacia no sólo es
necesario, sino imprescindible. Pero
culpabilizar a los funcionarios de la actual situación económica es, además de
injusto, contradictorio. Mientras el autor de Vuelva
usted mañana se ríe
del "loco orgullo de no saber nada, de quererlo adivinar todo y no
reconocer maestros", los funcionarios lo son por pasar pruebas,
oposiciones y demostrar aptitudes. Es en la meritocracia - aunque ésta siempre
sea discutible y llena de matices - donde el ciudadano encuentra la igualdad de
oportunidades y, por lo tanto, garantiza su propia libertad y la de los demás.
Podemos recortar el sueldo a los funcionarios, acusarles de que tengan empleo
estable (omitiendo que lo tienen porque se han preparado para ello), pero no
nos equivoquemos. "La verdadera intriga" para que un país no vaya a
la hora, según Larra, es la pereza. "Ésa es la gran causa oculta: es más
fácil negar las cosas que enterarse de ellas", nos avisa.
http://www.lavanguardia.com/cultura/20111226/54241658156/no-vuelva-usted-manana-larra.html
NOTICIA PUBLICADA POR: BELEN HERNÁNDEZ LASERNA
Estoy completamente de acuerdo con este artículo, a que hoy dia a sociedad tiende a generalizar completamente y achacar a lo funcionarios la situación que se vive, olvidando que ellos son simples trabajadores que realizan sus tareas, que puede que haya algunos que las realicen eor que otros, como en todos los trabajos, pero no todos las realizan mal.
ResponderEliminarAna de los Reyes Ordóñez
A la vez que la compañera Ana de los Reyes , estoy a favor de este articulo pero no sorprendida , porque el hecho es que desde hace tiempo los españoles no paramos de escuchar lo mal visto que es ser funcionario cuando las personas que estudiamos administración publica por ejemplo sabemos lo que ello significa , a mi parecer en la vida debe haber de todo como en todos lados , pero generalizar que todos son "vagos" me parece absurdo. El ser funcionario no es sólo una responsabilidad con uno mismo sino , es un cargo público que está por y para todos los españoles , es un cargo que te vincula que te hace ir por el camino de la ley y del respeto a las normas, y por eso me parece mucho mas respetable el ser funcionario que trabajador de una empresa privada.
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