martes, 15 de abril de 2014

Reflexión personal sobre el líder y el equipo de trabajo

Reflexión realizada por Miriam Tristancho Serrano


Aunque es frecuente la confusión entre grupo y equipo de trabajo hay que tener clara la diferencia entre ellos. Tal y como hemos estudiado sabemos que todo equipo de trabajo es un grupo pero no todo grupo es un equipo de trabajo.
Para que un grupo sea considerado un equipo de trabajo debe reunir una serie de características relacionadas con el tamaño, organización interna, participación de todos los componentes, buen ambiente de trabajo, etc. También debe pasar por una serie de fases para su correcta formación: etapa de sumisión, de contradependencia, independencia, de identificación con los otros, de identificación personal o individual y  de validación por consenso.
Hay que destacar el papel que el líder juega en estos equipos de trabajo. En mi opinión, en este ámbito no se tienen tan en cuenta esos rasgos que caracterizan al líder como el poder de premiar, sancionar, de la posición jerárquica que ocupa,  su experiencia, conocimientos,  habilidades, etc., ya que éste es un miembro más del equipo, que solo hace valer su posición en caso de que los conflictos entre los miembros del grupo no se resuelvan con las normas de conducta establecidas. Es decir, ante todo es un miembro del equipo y secundariamente el líder.
A pesar de que el conflicto es algo inherente a la propia vida humana y a las organizaciones creadas por los seres humanos, pienso que si al líder del equipo se le diera más autoridad se evitarían conflictos, ya que habría una mejor organización (establecería unas guías a seguir por los miembros del grupo), se reduciría la aparición de líderes informales, se respetarían en mayor grado las normas de conducta, se trabajaría con mayor rapidez y agilidad, etc, es decir, constituiría una ventaja competitiva para la empresa. Todo esto, sin  olvidar que su actitud debe ser abierta, debe escuchar las proposiciones y sugerencias del resto de los miembros y entre todos deben decidir que opciones son las más adecuadas.

Por todo esto, la autoridad debe de concedérsele dentro de unos límites, ya que si se le concede mucha autoridad puede llegar a pensar que solo importa su criterio, que es el miembro más importante  del equipo y que se debe hacer lo que él quiera. Además, el resto de miembros pueden llegar al punto de renunciar a guiarse por su inteligencia (es decir, obedecer sus órdenes) y guiarse por sus sentimientos y emociones (desobedeciéndole, aunque les cueste el puesto de trabajo).
Pero también puede existir conflicto si se le da menos autoridad de la que le corresponde porque cada miembro haría lo que estimase conveniente sin tener en cuenta a los demás, costaría más trabajo desarrollar los proyectos, habría más discusiones, etc.
De ahí el dicho “los extremos nunca son buenos”.
Para terminar hay que hacer referencia al gran papel que juega la comunicación a la hora de evitar problemas y conflictos. Un buen líder no solo tiene que limitarse a transmitir información a sus subordinados, sino que debe buscar la manera y las palabras adecuadas para lograr el compromiso y motivar a esas personas para que asimilen y se esfuercen al máximo para alcanzar los objetivos de la organización.
Desde mi punto de vista, la motivación debe de ser una de las funciones principales del líder, ya que sin ella ni el grupo de trabajo ni la organización en su conjunto pueden alcanzar su cometido. Por esta razón, es fundamental que los trabajadores lo vean como una persona en la que se puede confiar, a la que se le pueden consultar dudas, problemas, propuestas de soluciones, etc. En definitiva, la elección del líder constituye una de las  decisiones más importantes a tomar en las empresas y de ella, en gran parte, depende el éxito de la organización.

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