Un líder debe ser una persona especial, capaz de mandar y no
verse superado por las circunstancias. Un líder debe saber manejar diferentes
situaciones para escapar siempre de la manera más satisfactoria posible.
¿Pero realmente es necesario que un líder sea siempre el más
inteligente? En la administración pública queda demostrado que no. Debido a una
selección por oposición, exámenes donde meramente se ponen de manifiesto
conocimientos técnicos, se escogen a los mejores para un puesto determinado.
Sin embargo, no siempre resulta del todo eficiente la elección de un personal
que no sabemos cómo podrá resolver circunstancias de gran importancia.
No se discute que la preparación académica es vital para el
desempeño de tareas de cierta complejidad, pero no todo se aprende en los
libros. Un líder debe tener la suficiente confianza como valerse por sí mismo,
de mandar sobre aquellos que no rinden, de imponer una serie de decisiones
acordes con la situación y de hacerse respetar. Se debe dominar el buen trato
con los subordinados, crear un buen grupo de trabajo y motivar a aquellos que
lo necesiten con los alicientes adecuados para cada caso. Todo ello se aprende
a base de experiencias a través de las cuales forjan una persona con capacidad
de desenvolverse con soltura en diversos ambientes, y no solo por conocimientos
adquiridos en la biblioteca.
En definitiva, para ponerse en frente de un cargo relevante
es necesario reunir una serie de aptitudes que no todos son capaces de obtener.
Para ser un buen líder no es necesario ser el más inteligente, sino el más
adecuado.
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