viernes, 5 de abril de 2013

Entrada personal

Noticia enviada por Maria Asuncion Perez Corona


Quizás sea ya un tema bastante reiterado por los demás compañeros pero ante la situación tan incesante en nuestro país, tras la realidad más extrema que nos inunda, es menester hablar de la ética y la corrupción política.

No es extraño despertarnos cada mañana con una noticia más, una columna reflejada en el periódico o una apertura del telediario matinal acerca de este tema tan candente pero a la vez tan deplorable como pueda ser la corrupción y la carencia de ética en nuestro Estado.

Son constantes las idas y venidas, los supuestos de cohecho o falsificación con el único fin de obtener un privilegio económico o una determinada escala sin mirar desde la perspectiva de la ética o la lógica. Vienen de unos y de otros, de izquierdas y de derechas, de las escalas más pequeñas de la política y a las escalas más altas rozando la monarquía y, ante esta situación, solo queda una inmensa mayoría. Un pueblo que se pregunta el por que de las cosas, el por qué de tanta ambición por un escalazón o posición cuando no hay mejor posición que la de la consciencia en tu interior con la satisfacción de haber hecho lo adecuado.

El pueblo se queda apesadumbrado por tales acontecimientos pero, más que eso, impotente y resignado a una resignación a la que nadie gusta resignarse. A la resignación de saber que quienes nos representan y aquellos a quienes depositamos nuestra confianza puedan habernos abandonado tan solo por unos intereses propios o unas posiciones en que no se tiene en cuenta el pueblo.

Nos quedamos abatidos, apesadumbrados, impotentes y con incertidumbre ante lo que se nos avecina. Sin saber cuando será el fin de esta corrupción que tanto llena cada uno de nuestros días, cada una de las escalas de la Administración Pública o cada uno de los puestos del Estado. Nos preguntamos si verdaderamente tiene sentido perder la dignidad, la ética, la tranquilidad interior.

Los políticos de hoy carecen de ética pública pero si ante su ausencia no tenemos mecanismos suficientes para poder luchar contra ello todo ello es una catatombe. La lucha contra la corrupción debe ser algo constante e impasible, perseguible desde los más altos a los bajos niveles del Estado con el fin de recuperar la ética publica y la entidad que algun dia se dejo perdida tras unos sobres o privilegios políticos.

Debe ser perseguible desde el método más sutil al más recriminable, desde la normativa hasta mecanismos de control sin olvidar su paso por la fiscalización asi como la responsabilidad y recriminación de cada uno de los miembros y funcionarios que conforman el Estado. Debe ser combatido de forma rotunda procurando la vuelta a la dignidad y ética pública que en algun momento la sociedad tuvimos aprendido pero, a su vez, aprehendido.

Dicha lucha contra la corrupción y carencia de ética pública recae sobre los recursos humanos, que paradoja, objeto de nuestra asignatura. Pero también es menester decir que dicha lucha no es fácil, sino difícil, no es rápida, sino lenta, pero no hay cosa difícil ni lenta cuando se tiene por objeto la satisfacción de volver a tener una sociedad sin ataduras económicas a espensas de otros, sin privilegios económicos ni “chanchullos”, en definitiva, una sociedad sin ápice de corrupción.

 

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