En esta última reflexión, aportaré mi opinión sobre
estos aspectos resaltando algunas de sus virtudes y defectos.
Comenzaré con la selección del personal en el ámbito
de las administraciones públicas. Como tuvimos ocasión de estudiar, la
selección de personal se realiza mediante procesos que garantizan los
principios de igualdad, mérito, capacidad, publicidad, transparencia,
imparcialidad y profesionalidad de los miembros de los órganos de selección,
adecuación a las tareas y funciones a desarrollar y agilidad. Para cumplir
tales principios, las Administraciones Públicas utilizan tres procedimientos de
selección: la oposición, el concurso y el concurso-oposición.
No cabe duda de que,
estos procedimientos son, a mi parecer, los más justos. Se trata de una forma de garantizar que las personas que accedan
a estos puestos, sean las que de verdad lo merecen. Por poner un ejemplo, si se
convocan plazas al cuerpo nacional de policía, las personas que superen las
pruebas físicas y las escritas con mejor puntuación serán las que terminen
consiguiendo la plaza. No existen otros métodos que aseguren tanta ecuanimidad.
Ahora bien,
me gustaría plantear una cuestión. Estas formas de selección, ¿Garantizan la
idoneidad de la persona para desempeñar esa determinada labor? Dicho de otra
forma, ¿Acceden a la función pública los mejores? Mi respuesta es que no. Para
exponer mi opinión, me valdré de otro ejemplo. Para acceder a la administración
de la justicia, se utilizan procesos similares a los de acceso a la
administración pública. En España, para ser juez o fiscal, es preciso superar
unas oposiciones. Éstas, consisten básicamente en memorizar más de 400 temas y
superar dos pruebas escritas y una oral. Ya comenté que, con estas formas de
acceso, evitas una posible actuación discrecional de los órganos de selección,
pero creo que, saber de memoria un temario no te convierte en un buen juez o
fiscal.
Aunque es condición sine qua non el conocimiento del derecho por parte del juez
(iura novit curia), pienso que un buen juez tiene que reunir otras muchas
cualidades además de una buena memoria como puedan ser la de tener sentido de
la justicia, prudencia, responsabilidad, compromiso social, perseverancia,
lealtad, etc.
En definitiva, los procedimientos de selección del
personal son, posiblemente, los mejores, porque garantizan equidad pero esto no
tiene por qué significar que los funcionarios desde que acceden a su puesto
están bien preparados. Además de la capacidad que ya han demostrado, tendrán
que seguir formándose y adaptándose a su nuevo cometido de cara a ofrecer el
mayor rendimiento posible.
Aprovecho este punto de la función pública y sus
formas de acceso para engarzarlo con el tema de la retribución. Los factores
que hacen interesante el acceso a la administración son la seguridad en el
trabajo, el propio interés en éste, no tener otra salida y el prestigio social.
Como apreciamos, entre estos componentes, no se encuentra el de una buena
retribución, si bien es cierto que, las personas que se preparan unas
oposiciones, lo hacen con la expectativa de tener un buen sueldo durante el
resto de su vida.
Me gustaría hacer una crítica sobre el desequilibrio
de salarios que impera en España.
Años atrás, nuestro país estaba sumido en la llamada
``burbuja´´ inmobiliaria, en estos años, un peón de albañil podía cobrar más
que un médico o un profesor de universidad. Esto, además de las consecuencias
ya conocidas, trae consigo otras menos aparentes.
Este desbarajuste salarial repercute en una sociedad
menos formada, con menos principios y en definitiva, peor.
Fueron muchos los que renunciaron a su formación a
una corta edad, ¿para qué seguir estudiando si trabajando como peón de albañil
gano más que mi profesor?
Cuando la burbuja
estalló, todas estas personas, acabaron endeudadas, sin ninguna salida y sin formación.
Ahora parece que esta tendencia se ha invertido, los jóvenes cada vez nos
formamos más porque las salidas laborales son escasas.
No obstante, aún existen ciertos desequilibrios que
tienen que corregirse para que nuestra sociedad pueda seguir progresando. Un
ejemplo, las retribuciones de las personas encargadas de recoger los residuos
sólidos urbanos no deberían ser prácticamente iguales que las de un maestro, o;
un presidente de una comunidad autónoma no puede cobrar más que el propio
presidente del gobierno y a su vez ningún político debería cobrar mucho más que
un cirujano o un ingeniero.
Pero a mi entender, el problema más grave en cuanto
a descompensaciones salariales y privilegios, lo encontramos en el mundo del
fútbol. Hace unos días, Messi, el famoso jugador de fútbol renovó su contrato,
cobrará unos 20.000.000 de € anuales, esto es una cifra intolerable en los
tiempos que corren. Para hacernos una idea de lo asombroso de la cantidad, el
jugador del Barcelona cobra cada segundo 0,68 €, cada hora 2.480 € y cada
semana 416.666 €.
Son datos del futbolista mejor pagado, pero la mayoría
de los futbolistas, aunque no a estos niveles, siguen cobrando muy por encima
de lo normal. Para más inri, los clubes, que son capaces de pagar estas cifras
a los jugadores, gozan de privilegios fiscales por parte del Estado, de las Comunidades
y de los Municipios. Esto no se puede consentir.
El gobierno español debe encontrar la manera de
reconducir todo esto, aunque los españoles somos muy aficionados a este deporte,
no todo vale y hay que poner límites.
Deberían cortarse de raíz todas las prerrogativas de
las que disfrutan los clubes: no más exenciones de impuestos, recalificaciones
de terrenos ni ``leyes Beckham´´.
Tanto el gobierno como los españoles, tenemos que
saber priorizar entre necesidades. No vale de nada tener a más de tres equipos
de fútbol entre los mejores del mundo cuando ninguna de nuestras universidades
se encuentran en el `` top diez ´´ mundial.
Es preciso que nos sacrifiquemos y pongamos todo un
poco de nuestra parte en aras del bienestar social del que hemos venido gozando
estos últimos años, eso sí que era la Marca España.
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