martes, 20 de mayo de 2014

Yo sólo cumplo órdenes

Hay ciertos puestos en los que es indispensable limitarse a las normas. Sin embargo, el riesgo a quedarse sin trabajo ha empujado a muchos a convertirse en profesionales sin criterio ni creatividad.

"¡Señor, sí señor!" La disciplina militar sobrevuela algunas oficinas en las que el talento se suple con rígidas normas y profesionales que no cuestionan lo establecido. En trabajos con tareas automatizadas o en aquellos más transaccionales cumplir órdenes es la regla a seguir. Hay puestos en los que seguir meticulosamente los procesos establecidos supone el éxito de la empresa, sobre todo en aquellos que se realizan ante situaciones de urgencia cuando el escrupuloso seguimiento de los pasos es clave. Este hábito, sin embargo, se convierte en traba cuando ese trabajador se vuelve un mandado.
"La disciplina en el cumplimiento de órdenes no es en sí mismo un obstáculo. En ocasiones es incluso una virtud", asegura Paco Muro, presidente de Otto Walter. El problema surge, "cuando un puesto que sí requiere iniciativa, flexibilidad y la capacidad de pensar y actuar con un cierto grado de autonomía es ocupado por una persona que se limita a cumplir dictámenes".
Alguien que se ciñe escrupulosamente a las reglas nunca podría estar en un puesto que exija creatividad y respuestas innovadoras. José Manuel Casado, presidente de 2C Consulting, así lo cree, pues considera que los empleados que sólo cumplen órdenes, a pesar de ser disciplinados y realistas, "son poco receptivos a las nuevas ideas". Para Casado "siempre es más fácil obedecer que mandar. Requiere menor responsabilidad y supone menos estrés, pero también implica para ese trabajador una falta de realización profesional".
Pero no sólo puede ser un freno para su carrera, también para la evolución de la empresa para la que trabaja. David Comí, socio de la consultora Incrementis, advierte de que este tipo de conductas "favorece el inmovilismo".
El jefe
Ser un adicto al ‘ordeno y mando’ tampoco es bueno cuando eres el responsable de un equipo. Comí considera que este comportamiento "crea a profesionales dependientes de órdenes, incapaces de implicarse y entusiasmarse. Ese equipo difícilmente será capaz de pensar y actuar con propuestas propias". Esta actitud suele responder, según el socio de Incrementis, al "miedo infundado que sufren algunos responsables a que puedan ser superados profesionalmente con conocimientos técnicos; y también porque creen que así tienen un alto grado de control sobre la situación. Creen que si inhiben la iniciativa de sus empleados parecerá que son imprescindibles".
Un jefe se convierte en capataz "cuando es a su vez víctima de un liderazgo de este tipo, un liderazgo anti crecimiento", explica Ventosa. Además, esta experta advierte de que "es extremadamente contagioso porque cuando alguien no sigue la pauta y se sale de la foto aportando ideas suele ser rechazado".
Si tu jefe es un mandado, "será tu jefe pero nunca será tu líder", sentencia Muro. Según el presidente de Otto Walter, "un mando intermedio está para representar la dirección de la empresa, para conseguir que se haga bien lo que se ha decidido, pero eso incluye también aportar ideas propias, influir también hacia arriba, lograr prestigio para su equipo, conseguir las recompensas adecuadas y, en definitiva, que todos sepan que ese mando sí es escuchado y respetado en las altas esferas".
Los obedientes, por tanto, pueden aparecer en cualquier puesto, aunque para Ventosa hay una característica que favorece su aparición incontrolada: "El café para todos". Esta política de relaciones laborales que existe en España "genera lo que algunos denominan el síndrome del funcionario o del cactus de oficina para definir a aquellas personas que infrautilizan su talento".
El miedo a perder el trabajo cuando se pone en tela de juicio una norma o decisión también fomenta que surjan estas figuras. Además, la crisis del mercado laboral ha propiciado este temor. Pero, aunque la obediencia tenga su momento, siempre es necesaria la innovación.
Cómo son...
* 'Hormiguitas': Parecen hacer más de lo que hacen.
* 'Palomitas': Cuando se descubre un posible error hacen mucho ruido y buscan culpables.
* 'Avestruz': Esconden la cabeza, sobre todo ante proyectos nuevos, e inventan excusas para escurrir el bulto.
* 'Esqueismo': Ante cualquier cambio siempre hay un ‘es que...’
* 'Houston, tenemos un problema': Son incapaces de pensar por sí mismos y siempre acuden con problemas y rara vez con soluciones.
* 'Lobo solitario': A pesar de que parecen trabajar en equipo, al final lo que les preocupa es ‘Y lo mío qué’.

2 comentarios:

  1. Podemos ver que hay empresas destinadas a quedarse estancadas. Mientras que un jefe es el que manda a tirar del carro, el líder es el que trabaja y tira también. Esto provoca que ante la falta de nuevas ideas y opiniones del propio personal, la unidad de trabajo se vea tan reducida al punto de vista de una persona que sea incapaz de prosperar.
    Es, como se indica en el texto, una dictadura militar, consiguiendo así a trabajadores alienados carentes de identidad.
    Lo más triste es que personas con gran capacidad para dirigir de una manera adecuada a través de un diálogo abierto y tolerante se vean reprimidos por sistemas de este estilo.

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  2. Coincido con mi compañero, algunas organizaciones se empeñan en mantener fórmulas obsoletas que, en muchas ocasiones, tiene como consecuencia la desaparición de la empresa.
    Lejos quedan aquellos sistemas completamente jerarquizados, verticales, en los que, una persona, el jefe, impartía una serie de directrices que tenían que ser rigurosamente cumplidas por sus subordinados.
    Actualmente, existe una tendencia a la horizontalidad de las relaciones, la figura del mandamás tiende a difuminarse, los empleados empiezan a tener más importancia en la empresa, más autonomía, lo que se traduce en una mayor motivación e implicación del trabajador en su empresa haciéndola más competitiva.
    Los empleados tienen que ser el activo más valioso de una empresa, tan poco aconsejable es que un jefe coarte completamente la autonomía de sus subordinados, como que, sea el propio empleado el que se refugie en unas directrices para así limitar su nivel de desempeño al mínimo posible y desvincularse de cualquier tipo de responsabilidad. En el justo medio está la virtud.
    Es por todo esto, por lo que creo que, es necesaria una adaptación de las organizaciones y sus trabajadores a los tiempos que corren,ya no son válidas las estructuras tan rígidas, los subordinados tienen que implicarse más en las organizaciones, pero también se requiere de líderes flexibles, con capacidad de escucha, que sepan orientar las conductas de sus trabajadores con el fin de que éstos, alcancen los objetivos marcados por sus empresas y su propia satisfacción. Solo de esta forma, las distintas entidades conseguirán ``sobrevivir´´ pues, como dijo Unamuno, el progreso consiste en renovarse.

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