El reclutamiento consiste en contactar con los candidatos
cualificados para satisfacer las necesidades que demanda una organización. Se intenta
conseguir a los mejores individuos para alcanzar el mayor rendimiento posible.
¿Pero realmente los mejor capacitados dan siempre el mejor
resultado?
Yo diría que no. Basta con que estos candidatos consigan un
puesto fijo, estable y bien remunerado para que se acomoden y no cumplan con
los objetivos establecidos. Un claro ejemplo de esto son los funcionarios. Sin ánimo
de generalizar, pero gran cantidad de funcionarios se acomodan y no dan lo
mejor de sí debido a su condición. Así se muestra en muchos ámbitos de la
Administración Pública, como Ayuntamientos o incluso Universidades Públicas.
Con esto quiero decir que más importante que la
primera toma de contacto es el seguimiento. El desarrollo de un empleado marca
su trayectoria y se define tal y como es, y no debemos fiarnos plenamente de
las pruebas de selección, ya sea oposición, concurso o concurso-oposición. Queda
claro que estas son de gran importancia para el funcionamiento de una organización,
ya que marcan las pautas de la unidad, y ponen un listón que hay que superar para
pertenecer a un cuerpo específico. Pero en mi opinión, deberíamos centrarnos
más en “pruebas de seguimiento” en las que se controle que el trabajador sea
realmente eficiente y consecuente con su trabajo.
La solución más justa tanto para el resto de aspirantes como
para la Administración es la posibilidad de resolver el contrato con el
funcionario, siempre y cuando los resultados obtenidos no sean los deseados. Para
ello sería necesario un consenso de opiniones, tanto de carácter interno de la
propia unidad, como externo de los ciudadanos. Sin embargo este sistema resulta impensable
en el país en el que vivimos. Por tanto, lo primero que deberíamos cambiar es
nuestra manera de ver a la Administración como una oportunidad para obtener un
puesto de trabajo fijo y cómodo.
En resumidas cuentas, que no por el hecho de haber alcanzado
un buen puesto te dé derecho a relajarte y no cumplir con tu deber. Puede que
haya miles de aspirantes a ese puesto que con peor calificación estén deseando
trabajar de manera más productiva. Puede que las pruebas de selección en ocasiones engañen.
En todo lo dicho en esta reflexión estoy de acuerdo. Debido a que tienen un puesto fijo en la función pública, la mayoría de los funcionarios públicos no ayudan a los ciudadanos que van en buscan de información, aunque esto se puede extender también a personas que no están vinculadas a la función pública, sino a personas de atención al público. Todos los días nos encontramos ejemplos de este tipo en nuestra vida diaria, y nos molesta que no quieran hacer su trabajo por vagancia, por temas personales o porque simplemente “no les apetece”. Es su trabajo, al igual que el de otras muchas personas que no tienen ese puesto fijo, como por ejemplo, un mecánico. ¿Podemos ponerlos en la misma situación? Por supuesto que no. Un mecánico no quiere arreglar un coche porque no le apetece en ese momento, y en ese instante está “de patitas en la calle”.
ResponderEliminarPor eso, ya no solo haría pruebas de seguimiento sino que haría como diríamos en el colegio “exámenes sorpresas”. Controlar a esa persona pero sin saber que se está realizando ese control. Es un sinónimo a grandes rasgos como de los policías infiltrados. Así a más de un funcionario se le podría sancionar por no llevar a cabo su tarea, en términos de eficiencia y eficacia.
Con esto, pretendo decir, y más ahora en tiempos de crisis, que las personas que tienen un trabajo y más las que tienen un trabajo como es en la función pública, deberían de realizarlo de agrado porque en la calle hay millones de personas que desearían tener su puesto o cualquier otro que les permita sobrevivir.