jueves, 27 de marzo de 2014

REFLEXIÓN PERSONAL: ÉTICA Y ADMINISTRACIÓN


Como ya sabemos la ética tiene por objeto la vida activa, estudiando y analizando los actos de las personas. Ésta se considera pública cuando se aplica al ámbito público, en la práctica tanto de funcionarios, empleados público y políticos. Es importante que los puestos que las personas, en este ámbito, ocupan lo hagan con diligencia y honestidad. Viene aquí la problemáticas o vergonzosas situaciones que actualmente se dan cuando personas que trabajando para la Administración no cumplen con estos principios y no velan por los intereses generales, sino por los suyos propios.

Día a día vemos como aparecen casos y casos de corrupción política o conflictos de intereses en el seno del Estado, problemas claros que consiguen acabar con la fe o confianza de los ciudadanos en sus representantes y personal al servicio de la Administración, vital para el buen funcionamiento de la misma. Esto sucede en todas las categorías.

Es importante señalar los escasos sistemas de control o de sanción que se dan, entre otros motivos,  por el círculo ‘vicioso’ que se forma entre el personal en los diferentes entes administrativos (ya sean estatales, autonómicos o locales).

Por esto, analizando la situación a grandes rasgos, es significativo y necesario señalar la importancia que la ética pública tiene en este ámbito, la importancia que tiene que las personas actúen con madurez de juicio, sentido del deber y responsabilidad, que sean conscientes del puesto que ocupan y lo que ello conlleva. Que se ‘eduque’ y conciencie a toda persona que va a desempeñar dichos puestos de trabajo. Pero para ello es fundamental que los que ostentan los más altos cargos consigan la rectitud moral que deberían tener, cosa que hoy día en nuestro país, por desgracia, no se ve.


Pienso que el funcionamiento y organización de la Administración debería dar un cambio radical, de lo contrario, lo único que conseguiremos serán más situaciones como las que día a día vemos en los diferentes medios de comunicación, deslealtad, desconfianza, poco compromiso, nada de transparencia e irresponsabilidad.

Carmen J. Jiménez.

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