sábado, 11 de abril de 2015

REFLEXIÓN PERSONAL REALIZADA POR GIL MANUEL PEREA CRESPILLO SOBRE LA LABORALIZACIÓN EN EL ÁMBITO DEL EMPLEO PÚBLICO

En la evolución del empleo público hemos pasado de un sistema cerrado o de carrera donde todo el personal basaba su relación laboral en el derecho administrativo a un sistema mixto con orientación hacia un sistema “abierto” debido a la creciente incorporación al servicio de la Administración de trabajadores cuya relación con ésta se encuentra fundamentada en el derecho laboral-contractual.

Nos encontramos por tanto, con dos clases de personal, funcionarial y laboral. Dos clases de funcionarios que en muchos casos llegan a ejercer las mismas funciones con las mismas retribuciones, aunque el acceso al ejercicio de la función pública haya sido completamente diferente.

El principal problema, desde mi punto de vista, es que esa incorporación de personal laboral no se hace bajo procesos de selección objetivos y respetando los principios de mérito y capacidad, lo cual provoca:

En primer lugar, una discrecionalidad en la contratación, que  lleva a lo que popularmente se conoce como el “enchufismo”, el “amiguismo”,… porque en muchos casos para acceder a esos puestos de trabajo es necesario ser afiliado o simpatizante del sindicato afín o del partido político que gobierne en cada Administración.

En segundo lugar, al no haber en una gran mayoría de los casos, estos procesos de selección objetivos, incorporamos muchas veces, a la gestión de los recursos públicos a personas que no tienen los conocimientos necesarios que requiere el puesto de trabajo provocando una baja eficiencia que si obtenemos con personal preparado que acceden, por ejemplo, mediante concurso-oposición con los conocimientos necesarios para el cuerpo al que se unan.

En mi opinión, toda persona que acceda a un empleo público debe hacerlo bajo mecanismos que aseguren la neutralidad política, la imparcialidad y el mérito y la capacidad.
Si bien, creo que si es necesario que la  parte directiva de la Administración sea personal laboral al que se le exija unos controles, supervisión y resultados  pero siempre teniendo en cuenta que estamos en el ámbito de lo público y no de la gestión privada. De tal manera, que si no se consiguen los resultados requeridos podamos sustituir a ese personal directivo por otros que asuman dicho reto y responsabilidad.


Busquemos la excelencia, la eficacia, la capacidad en las actuaciones del sector público rechazándose cualquier otro procedimiento de acceso, que no sea de igualdad, mérito y capacidad, así como una administración de los recursos humanos atendiendo a criterios de eficiencia y no a intereses políticos o electorales.  

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