sábado, 29 de marzo de 2014

Reflexión Personal: El componente de responsabilidad social en la ética pública y la corrupción política



A menudo, y más aún durante los tiempos de crisis que atravesamos, no hay ocasión en la que durante una reunión de cualquier tipo; entre amigos, en la familia, en el trabajo… no surja, de uno u otro modo, hablar sobre la corrupción, tan presente en nuestro país y más todavía en sus medios de comunicación. Cuando en el tema 4 introducíamos la corrupción como “la más clara manifestación de la ausencia de ética pública”, nos estábamos centrando más focalizadamente en el origen de este gran problema y sus posibles soluciones, pero no nos ‘mojamos’ en la responsabilidad de quienes cometen la corrupción. 

¿Quiénes son los culpables de la corrupción? ¿Quiénes son los responsables? La respuesta es clara: todos somos culpables. Esta respuesta parece ser tajante, y hasta insultante, pero requiere de una tarea de reflexión que expongo a continuación. 

La sociedad española es una sociedad mediterránea, sureña y hedonista, en su gran mayoría. Los españoles estamos impregnados en nuestra vida de unas pautas de comportamiento cada vez más liberales y relajadas, cosa buena por cierto, pero que descansan sobre una concepción católica de la vida, heredada de la Edad Media: “Haz lo menos posible, estate quietecito, espera pacientemente y disfruta en la vida eterna después de la muerte”. Esto, frente a la concepción protestante: “Uno llega a Dios por sus obras, por lo que consigue en la vida”. Esta concepción bifronte se manifiesta hoy día en las dos velocidades de Europa: la del Sur, poco diversificada, estancada, sin industria, dependiente de sectores efímeros (turismo, construcción…) y eternamente subvencionada… y la del Norte, trabajadora, dinámica, eficiente, productiva...

A este aspecto económico y casi político, añadimos la consecuencia de la enorme y manifiesta tolerancia social que existe en España a la corrupción cuando se trata de personas o situaciones cercanas: ¿Quién no tiene un amigo o conocido que trabaje “en negro”? ¿Quién no conoce a alguien que se ahorre el IVA en la factura de un fontanero? ¿Quién no conoce a alguien que en cuanto puede se escaquea de pagar a Hacienda? Estos comportamientos tremendamente reprochables, pero vistos como normales y muy tolerados y aceptados socialmente, derivan de la concepción de la vida que nos ha dado la Historia: hacer poquito, estar quietecitos… No movernos, no cumplir con las leyes, no hacer respetar el estado de derecho y la justicia, y sobre todo, conseguir lo máximo posible con el mínimo esfuerzo…

Es evidente que no se puede generalizar, pero cualquiera que lea esta humilde reflexión sabe que es la situación mayoritaria en España. Y siendo así, mucha gente que cae en esa dinámica picaresca es la que, de manera hipócrita, encabeza manifestaciones contra la corrupción o berrea en las reuniones insultando a los políticos. Los políticos salen de la sociedad, salen de nosotros. Antes de ser políticos, algunos (no todos) eran ciudadanos que se ahorraban el IVA cuando un albañil les hacía una chapucilla en casa. ¿Qué esperamos que hagan esas personas cuando acceden a un cargo público? ¿Que de repente se vuelvan pulcramente honestas y cuidadosas?

La conclusión clara es que la erradicación de la corrupción política pasa obligatoriamente por el cumplimiento de una rabiosa legalidad y por un cambio en la mentalidad de TODOS. Son dos tareas difíciles, pero solo entonces podremos decir que la ética, es pública.

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