viernes, 28 de marzo de 2014

Reflexión personal sobre la realidad actual del funcionariado público y su posible trascendencia en el futuro.

Realizada por: GRIMA CAMACHO, ALEJANDRO

“De mayor quiero ser funcionario”, es una frase que hemos oído alguna vez con los amigos, en algún bar o bien paseando por la calle. Esa expresión puede esconder tras de sí la realidad de un trabajo a veces desvirtuado en los tiempos actuales, que puede encerrar en sí misma una reflexión con una hondura que puede llegar a ser trascendente en tiempos venideros. ¿Por qué quieren ser funcionarios muchos de los jóvenes de nuestro tiempo?, ¿Les mueve el servicio público, la vocación de la atención al ciudadano, el correcto desempeño de su cometido o el ánimo de comportarse de conformidad con los designios de la ética pública? O, por el contrario, ¿Sólo quieren una vida tranquila, sueldo estable, sin tener que enfrentarse a la toma de decisiones de responsabilidad y con la seguridad que otorga un puesto de esta índole?

Es una diatriba interesante y a la vez inquietante, que debe ponernos en alerta sobre la realidad actual de nuestros funcionarios. En el seno de las Administraciones Públicas apreciamos personal muy cualificado, atento a las necesidades del ciudadano e interesado en resolver las cuestiones que procedan. Es un recurso humano cualificado, implicado en hacer valer la responsabilidad ante ellos depositada para el correcto funcionamiento de la entidad pública en la que desarrollan su trabajo, así como ávido de satisfacer sus propias necesidades individuales. Sujetos que ven colmados sus intereses en cuanto comprueban el desempeño eficiente y eficaz de la Administración Pública a la que sirven, de la que forman parte sustancial, tarea que contribuyen a potenciar merced a su esfuerzo y trabajo personal.

Por otro lado, en las Administraciones Públicas es habitual encontrar ventanillas de atención al público cerradas, numerosos obstáculos que salvar a la hora de cumplimentar cualquier documentación o incluso al solicitar una simple información encontramos alguna que otra “cara larga”. No es extraño el abandonar una sede pública con mal humor, motivado por el trato distante y desinteresado que a veces encontramos los ciudadanos en estas instituciones. Es la otra cara de la moneda, funcionarios acomodados en su puesto, sin motivación alguna que le ayude a salir de esa situación de desgana, que le incentive a ayudar al ciudadano que le necesita o simplemente a tratar de  contribuir a un mejor desenvolvimiento en su área de trabajo.

¿En quiénes se fijan los jóvenes de la actualidad? La respuesta a esta pregunta no es baladí, ya que en ella puede ir el futuro de la Administración Pública. Si optan por la cara A de la moneda, es decir, por el interés, la responsabilidad, la formación, el aprendizaje, la motivación, la asistencia al ciudadano, el compromiso, el cumplimiento de las normas, el buen trato con los restantes empleados públicos o la interiorización del servicio público que prestan, la Administración Pública gozará de buena salud por muchos años. Si por el contrario los futuros funcionarios públicos ansían esos puestos por el mero hecho de buscar una estabilidad, llevar una vida sin sobresaltos, sin tener ninguna motivación adicional por la que guiarse y aportar al conjunto de la entidad y, por consiguiente, a la sociedad a la que sirven, nos enfrentaríamos a una problemática de imprevisibles consecuencias.

En mi humilde opinión, la solución debe pasar por el ahora, por el presente, tanto en los actuales funcionarios públicos que sirven diariamente a los intereses generales de los ciudadanos, como en los jóvenes que aspiran a un puesto público. Es importante en el caso de los primeros potenciar los programas de formación del empleado público, acciones que faciliten que el trabajador se encuentre identificado con la entidad a la que sirve y, por consiguiente, con el papel que desempeña en la misma. No sólo ello, es importante dotarles de nuevas herramientas como ensañarles el uso de nuevas tecnologías que aporten una nueva dimensión a su trabajo, que aporte innovación a su día a día para no convertir la labor de cada persona en una tarea monótona. Con ello se estará logrando satisfacción personal en el empleado público, lo que redundará en una mayor predisposición hacia su trabajo e incluso extenderse hacia el conjunto de servidores públicos que le acompañan, fomentando un óptimo clima laboral. Todo ello sin obviar las necesarias normas de conducta que funcionen como un verdadero cauce para dichos comportamientos positivos, diligentes en el desempeño de las obligaciones.

Es fundamental lograr una espiral de sensaciones positivas en el conjunto de las entidades públicas que se encuentran en nuestro país y, con ello, reforzar a la entidad que ya funcionaba correctamente y modificar a la que lo necesite. Consiguiendo un cambio en la Administración Pública actual estaremos transformando el modelo en el que muchos jóvenes se fijan, no habrá más caras A y B para así, conseguir que en un futuro no muy lejano, cuando oigamos ese “quiero ser funcionario”, sepamos que ese chico o esa chica será un digno trabajador que velará por la asistencia adecuada a cada uno de nosotros.

3 comentarios:

  1. Estimado Alejandro, creo que uno de los aspectos más importantes a los que te refieres es el desarrollo de ese sentimiento de pertenencia del trabajador público a un entramado al servicio de todos, que es lo que es la Administración Pública. Sin embargo, sí veo legítimo que alguien, cumpliendo con el requisito de la eficacia y la valía, persiga un puesto de funcionario por las ventajas económicas y laborales que conlleva.

    Y es porque creo que el modelo administrativo es, valga la redundancia, un modelo a seguir por todas las organizaciones. Se debe perseguir unos puestos de trabajo estables, con buenas condiciones laborales, y que limiten las injusticias que muchas veces se cometen en el campo de los recursos humanos. Y creo que esas ventajas están muy logradas en la Administración, por lo que sin duda, debe ser lo que imitar.

    Sí coincido contigo en que es tremendamente negativo para nuestra sociedad en general, el hecho de que el "ser funcionario" sea una meta a alcanzar por una gran generalidad de personas solo por el mero hecho de un buen sueldo asegurado. Y ello porque el interés público, que es lo que debe prevalecer por encima de todo, puede verse perjudicado por personas que aún no estando preparadas, se apuntan al hecho de estar tras una ventanilla, como te refieres en tu reflexión, para "ver el sueldo venir". Esto creo que es muy negativo en la medida en que se banaliza y se empequeñece un trabajo tan importante como el de los funcionarios, reduciéndose a sólo un sueldo seguro y un puesto tranquilo.

    Muy buena reflexión Alejandro. Un saludo.

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  3. Comentario publicado por Rosario Luque Belmonte:

    Me parece interesante la disyuntiva que plantea mi compañero en esta, su reflexión. Creo que todos tenemos cierta incertidumbre en relación con lo que va a suceder en la administración en el futuro y que resulta evidente la necesidad de una reforma en la gestión de la misma.

    Opino que es una utopía pensar que una administración con la configuración actual vaya a mejorar solo por invertir en innovación o dar una mejor formación a los funcionarios que ya se encuentran en algún puesto de la misma. La mayoría de los que han opositado para convertirse en funcionarios lo han hecho pensando en la estabilidad que otorga este tipo de puestos. La inamovilidad, pensada para que los funcionarios cuenten con más objetividad a la hora de desempeñar su labor, se ha convertido en el germen de ese comportamiento que mi compañero apunta como la cara B. Es por tanto necesario evolucionar en este punto, aunque debido a todos los intereses que hay en juego es difícil hacer algo sin que surjan problemas de todo tipo.

    La situación socioeconómica en que nos encontramos ha hecho que se empiecen a tomar medidas para controlar la situación, tales como: auditorías públicas, retención de la financiación, no reposición de personal, etc. Todas estas medidas aunque insuficientes y no todas ellas acertadas, son el origen de esa transformación que va a producirse de manera inevitable en nuestra administración.

    En definitiva, todos sabemos la dificultad de la transformación y mejora que es necesaria en algunos sectores en la administración pública y que llevarían al cambio de la concepción que tienen los que están interesados en ocupar un puesto en la administración.

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