viernes, 25 de abril de 2014

Reflexión personal sobre la realidad del conflicto en el seno de las Administraciones Públicas y sus consecuencias

Realizada por: GRIMA CAMACHO, ALEJANDRO

“No lo soporto”, “no lo aguanto”, “es imposible trabajar con él”, ¿Nos son familiares estas frases? Las mismas forman parte del paisaje acústico cuando nos encontramos en cualquier rincón de la vía pública, así como si estamos en compañía de algún conocido que aprovecha nuestra presencia para desahogarse. Las tensiones son propias de toda actividad laboral, los conflictos se suceden entre compañeros de trabajo por diferentes motivos: horarios, turnos, permisos de descanso o simples diferencias personales a la hora de abordar un trabajo. Estas tensiones se producen en cualquier centro de trabajo, incluyendo a la propia Administración Pública. Es en este último ámbito donde vamos a centrarnos para intentar desgranar la realidad que se esconde tras una situación conflictiva en el seno de cualquier entidad pública.

Un empleado público puede enfrentarse con un compañero por múltiples circunstancias, generando, en mayor o menor medida, situaciones que pueden llegar incluso a incidir en el propio rendimiento del trabajador. Ante esta realidad, su atención puede estar centrada en otros asuntos a la hora de llevar a cabo su cometido, dando lugar a desviaciones en el correcto proceder de sus funciones: documentos situados en otro lugar, trámites mal conducidos, olvidos, “malas caras” a los ciudadanos… sin obviar aquello que prefiere no acometer para evitar dirigirse a la otra parte en el conflicto. Con ello, estamos capacitados para percatarnos de que una simple situación de tensión entre empleados de la Administración Pública adquiere unas dimensiones superiores que si estallara en cualquier otro tipo de entidad empresarial. No olvidemos que en las manos de los funcionarios y el resto de empleados públicos se encuentran los intereses de todos los ciudadanos situados en el ámbito de competencia de la organización pública. Tensiones entre compañeros de trabajo que pueden situarse en el seno de un Ayuntamiento o una Diputación (con el probable perjuicio para los ciudadanos en cuestión) o incluso en el interior de un Centro público de Enseñanza, llegando incluso a provocar un efecto negativo en la educación de los alumnos o en el trato a sus respectivos tutores.

Un panorama si cabe más oscuro se vislumbra cuando el conflicto surge entre responsables y empleados. Los motivos pueden ser varios: reducción de plantillas, salarios, condiciones de trabajo, etc. Como ya hemos manifestado con anterioridad, al atravesar el ámbito de lo público, la dimensión es mucho mayor. Por citar un ejemplo, la huelga de basuras en la capital de España que a finales del pasado año centró las informaciones de los medios de comunicación de todo el mundo, situación que no sólo es perjudicial para la imagen de nuestro país en el exterior sino que es raíz de eventuales focos de insalubridad, que podrían  afectar a la salud de la ciudadanía madrileña así como a la del amplio número de visitantes que en dichos días visitaban Madrid. En la propia capital han padecido recientemente paros en el servicio de Metro o en el de autobuses, con la consiguiente repercusión en el funcionamiento de la vida madrileña dependiente de dichos servicios. De nuevo en el sector de la limpieza, en Sevilla vivíamos una situación similar con la huelga del pasado año en Lipasam, siendo visibles los efectos de la huelga, que dejaron imágenes de restos amontonados por nuestras calles.  En la Comunidad Valenciana se produjo otra incómoda situación con la problemática surgida alrededor de la decisión del cierre de la Radio Televisión Valenciana con el principal inconveniente situado en la pérdida de empleo de numerosos trabajadores pero con el cierre de un medio de información y entretenimiento de numerosas personas como telón de fondo. Todo ello por no mencionar las innumerables consecuencias que conlleva una huelga general.

La balanza se encuentra sobre la mesa, la cuerda se tensa entre compañeros de trabajo enfrentados o bien, adquiriendo una nueva dimensión, alcanzando a responsables con trabajadores. En este último caso, encontramos por un lado a la Administración Pública, deseosa en los tiempos que corren de ahorrar hasta el último euro debido a la acuciante crisis económica que se cierne sobre nuestro país. Por otro lado, la continuidad en el empleo de numerosas personas, así como del mantenimiento de las condiciones en el mismo. En el fondo, millones de personas que pueden ver alterado su ritmo habitual de vida, llegando incluso a ver afectadas sus necesidades básicas. Ante situaciones como las descritas, la solución está en manos de las partes en el conflicto. Su tarea debe ser la de alcanzar un acuerdo que permita que tanto unos como otros se sientan satisfechos, reconocidos y valorados, sintiéndose capacitados para alcanzar sus objetivos con la solución tomada. Si finalmente se consigue, seremos numerosos los ciudadanos que debamos felicitarnos, por la propia Administración, los trabajadores implicados y por nosotros mismos.




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