domingo, 31 de marzo de 2013

Aportación personal sobre el empleo infantil


    En la actualidad, cerca de 215 millones de niños trabajan en el mundo, muchos a tiempo completo. Estos niños no tienen la oportunidad de ir a la escuela y no tienen tiempo para jugar. Muchos no reciben alimentación ni cuidados apropiados. En definitiva, se les niega la oportunidad de ser niños. Más de la mitad de estos niños están expuestos a las peores formas de trabajo infantil como trabajo en ambientes peligrosos, esclavitud, y otras formas de trabajo forzoso, actividades ilícitas incluyendo el tráfico de drogas y prostitución, así como su participación involuntaria en los conflictos armados. El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), guiado por los principios consagrados en el Convenio número 138 sobre la edad mínima y el Convenio número 182 sobre las peores formas de trabajo infantil de la OIT, trabaja para alcanzar la abolición efectiva del trabajo infantil.
    Según apunta Unicef: “Erradicar el trabajo y la violencia contra menores es una necesidad moral que debe ser respetada. Esto solo puede alcanzarse reforzando la legislación y su aplicación, promocionando la educación, la creación de empleo para adultos y jóvenes y luchar contra la pobreza y promover el desarrollo humano".
  A mi entender,  el trabajo infantil, tal como se define en los Convenios de la OIT, es un obstáculo para la maduración evolutiva, el desarrollo y la socialización adecuada de los niños; es por eso que nada justifica el trabajo infantil en una sociedad decente.

   En mi opinión, la explotación, o el riesgo serio de que exista, debe ser el factor que delimite lo que es trabajo infantil de lo que implica la participación de niños en las tareas domésticas. El tiempo de trabajo (por ejemplo, unas horas por semana) y/o el trabajo realizado sin abandonar la escuela y las tareas escolares son hitos que deben tomarse en cuenta para marcar el límite entre lo aceptable y lo prohibido.

   Con la aplicación de la estrategia de comunicación social, se debe lograr que algunos de los argumentos que justifican el trabajo infantil empiecen a ser reevaluados y mirados de otra manera. Es decir, es necesario lograr que se active un cuestionamiento moral y social a la relación trabajador-empleador cada vez que los niños estén involucrados en una situación de trabajo infantil tal como es entendida negativamente por la OIT.

Si la estrategia es correcta y se utilizan los medios adecuados, los ciudadanos irán incorporando a su mundo de valores la idea que emplear a un niño por debajo de la edad mínima significa un alto riesgo de explotación más que un acto bondadoso, además, de  que el hecho de que un niño abandone la escuela para trabajar y ayudar a la economía familiar, no solo no resuelve el problema, sino que condena a la familia a perpetuarse en la condición de pobreza.

   En definitiva, la labor de todo sujeto con capacidad de liderazgo, o con acceso a la opinión pública, deberá ser promover el desarrollo humano y cumplir la función de vigilancia para que el Estado garantice el logro de las libertades fundamentales de los ciudadanos, y en particular de los niños.



Angélica Bernal Martínez

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