LA TRANSICIÓN DE UNA CONCEPCIÓN TRADICIONAL HACIA UNA CONCEPCIÓN RENOVADA
Como decía Heráclito de Éfeso, filósofo griego, “todo fluye,
nada permanece”, esta cita hace alusión a que la realidad se encuentra en
perpetuo cambio, de ahí la dificultad de definir un concepto porque cambia de
inmediato, en nuestro caso la dirección de los recursos humanos. Por ello, se optó por
abordar dicho concepto desde dos concepciones: la tradicional y la renovada. La transición de la visión tradicional a la renovada refleja
un cambio en la percepción de los recursos humanos en el seno de las
empresas.
La visión tradicional se caracteriza por concebir los
individuos como un coste para la organización empresarial, es decir, dota
prevalencia a la perspectiva económica frente a la social. Luego, la dirección
empresarial se centra en minimizar este coste, incluso llegándolo a suprimir en
casos más extremos.
Mientras que la visión renovada aboga por resaltar el
papel fundamental que juegan los seres humanos en el seno de una organización,
en tanto que son un elemento diferenciador respecto al resto de organizaciones,
que les reportará una ventaja competitiva.
La ligazón entre empresa y trabajador en la segunda concepción
se basa en el compromiso por ambas partes. Por un lado, los trabajadores son
conscientes de la vital importancia de su aportación a la consecución del éxito
empresarial. Esta idea hace que traigamos a colación el equilibrio estático y
dinámico entre la organización empresarial y el factor humano, es decir, entre lo que
espera la empresa de los individuos (un nivel de ejecución adecuado) y lo que
estos aportan a la organización (esfuerzo y capacidad), simultáneamente ese
equilibrio también se predica entre lo que los individuos esperan de la organización
(satisfacción de sus necesidades) y lo que la empresa les aporta (recompensa o
sanción).
Por último, como cierre a mi reflexión personal estimo
oportuno manifestar que la importancia del factor humano dentro de una
organización es una postura que si bien no se adopta por convicciones propias
como fuente de competencias y potencialidades, sí puede ser acogida de forma
cuasi obligada, en tanto que la implicación del trabajador en la empresa hace que
éste sea un gran conocedor de la estrategia empresarial. Si la organización ve
disminuido su volumen de beneficios, y decide despedir a trabajadores a su
servicio como medida de ajuste, por considerarlos un coste que no aporta mucho
más que su fuerza de trabajo, deberá tener en cuenta que dichos trabajadores pueden
ser utilizados por la competencia, el tiempo y recursos económicos invertidos
en la continua formación de la plantilla tampoco habría llegado a culminar,
siendo necesario hacer un desembolso económico para la formación de
trabajadores en su incorporación a posteriori. En resumidas
palabras, se puede concluir diciendo que la concepción renovada de la dirección de los
recursos humanos se encuentra implantada en las organizaciones cada vez con más
frecuencia y asentada con mayor fijeza en ellas, siendo clave en las organizaciones
que triunfan en el mercado.
Macho Verdugo, Ana María.
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