sábado, 30 de marzo de 2013

REFLEXIÓN PERSONAL DE IRENE MORENO MANZANO



Como bien se ha indicado, la dirección del personal en las organizaciones, tanto en el ámbito de la Administración como en las empresas privadas, puede tomarse desde una doble perspectiva, ya sea una visión tradicional o renovada. En base a la primera, la cual en teoría debería de tomarse como una perspectiva más que superada, han de entenderse los recursos humanos como un coste que, como tal, se debe minimizar o eliminar. En contra posición con lo anterior, la visión actual y  más renovada, defiende una concepción de recursos humanos que los define como un activo importante de la organización, un recurso estratégico del que se ha de servir ésta para alcanzar sus objetivos; Se consideran imprescindibles para la consecución de las actividades a las que se dedica la empresa en cuestión, puesto que son los recursos humanos los que integran una serie de capacidades relevantes en la relación empresa-cliente; por ejemplo, el trato o atención con el cliente, el saber estar y acercarse al mismo, sabiendo concretar las necesidades que éstos tienen para poder darles soluciones dentro del abanico de posibilidades de las que dispone la empresa, y que por supuesto suponen un lucro y beneficio para ésta última. Cabría pensar que ésta es una posición ideal; mucho más justa que la visión anterior, la cual se supone que está desfasada ante la infravaloración de los empleados y la importancia de éstos en el trato con los clientes.
Dicho esto, nos encontramos ante una situación un tanto contradictoria en la práctica. Formalmente, la mayoría de las organizaciones afirman que su política de gestión de recursos humanos está enmarcada dentro de ésta visión renovada pero resulta que la práctica demuestra justamente lo contrario. Y esta realidad se ve mucho más latente ante las circunstancias económicas que nos rodean hoy día con la crisis. Actualmente, continuas noticias nos informan de los crecientes y cada vez más importantes recortes de personal que se están haciendo en las empresas  con el fin de que ésta alcance una mejor rentabilidad y evitar así la quiebra de la misma. Pero cabe preguntarnos si realmente  los masivos despidos  están dirigidos a tal objetivo o simplemente las empresas están aprovechando las circunstancias ante el abaratamiento de los despidos, producido tras la reforma laboral, para afianzar una política de afectación de personal a corto plazo que se produzca de un modo cíclico, acabando así con la estabilidad profesional de los empleados. Por otra parte, si suponemos que realmente los recortes de personal se producen por la falta de rentabilidad de la empresa, ¿significaría entonces una vuelta a la visión tradicional de la que hablábamos anteriormente?; o mejor dicho, la reafirmación de la misma, pues dadas las circunstancias, la posición de las organizaciones que defendían una visión más actual resulta descaradamente falsa e incierta. Definitivamente, y ante la aparente pasividad de los gobiernos, nos encontramos con una gestión mucho más injusta que afecta gravemente a los derechos de los empleados, quienes pasan de ser un elemento clave para las organizaciones al que se le valora por la importancia que reside en las funciones que realiza, a ser de nuevo un mero coste al que eliminar.

 Irene Moreno Manzano

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