sábado, 24 de mayo de 2014

Reflexión personal: "La formación en el contexto de crisis económica y su solución".



LA FORMACIÓN EN EL CONTEXTO DE CRISIS ECONÓMICA Y SU SOLUCIÓN

Por Jesús de Ossorno Godino.

En la actualidad, y también durante la mayor parte de la historia post-industrial, en las sociedades más avanzadas en el contexto mundial se ha ido interiorizando la necesidad, por encima de cualquier otra, de la formación y la educación (ésta última en su sentido más amplio). Ejemplos claros los encontramos en España. Es imposible que nadie conozca a alguien o a alguna familia que haya puesto la educación y la formación de sus hijos como objetivo irrenunciable de la familia. Incluso se conocen casos de padres que hacen sacrificios más que cuestionables (como dejar de comer, de tener vacaciones, etc.), todos ellos para que sus hijos e hijas no renuncien a la formación.

Y ello es porque tiempo ha que la formación es concebida como una garantía segura de escape a determinadas situaciones difíciles del existir (para conseguir una vida mejor), y también como elemento diferenciador de buenos y malos ciudadanos. Sin embargo, estamos viendo en estos años de crisis económica que ello ha cambiado radicalmente.

Desde la concepción pre-crisis hasta ahora, estamos viendo cómo ya no es garantía de vivir bien el estar adecuadamente formado. Hombres y mujeres de todas las edades compiten por puestos de trabajo irrisorios que en la mayoría de casos no se corresponden con las expectativas que su trabajo formativo les había creado. Y ello se vuelve más dramático aún cuando por esos puestos compiten licenciados en varias carreras cada uno y hablantes de dos o tres idiomas. ¿Sobrecualificación? ¿O incapacidad del sistema para producir puestos adecuados a la formación de nuestros jóvenes? Claramente la segunda. Las empresas han optado por el bajo coste y la baja calidad, que son incompatibles a profesionales bien cualificados, que además de ello, son ciudadanos y conscientes de sus derechos como seres humanos. Ganar mucho con poca materia prima (tanto en materias en sentido estricto como en recursos humanos) está absolutamente enfrentado a la idea que queremos de una economía sana, sostenible y sostenida por profesionales cualificados.

Pero es que además del primer cambio que acabamos e explicar, también se ha producido la quiebra de ese elemento diferenciador que la formación constituía entre buenos y malos ciudadanos. Hace tiempo, la formación era un valor a tener muy en cuenta cuando diferenciábamos entre buenos y malos ciudadanos. A menudo, se relacionaba con estar más o menos formado el serlo. Hoy podemos ver como muchas veces gente poco formada es la más preocupada en defender derechos, a los ciudadanos y al interés general. Mientras otra, con tres y cuatro carreras, se esfuerza en socavar los cimientos de la democracia y del estado de bienestar, conseguido por todos, perjudicando a la ciudadanía en general.

En resumidas cuentas, los problemas de formación que oímos en los medios (sobrecualificación, excedente de profesionales, incapacidad empresarial para absorberlos, etc.) no son tales. La formación debe seguir incrementándose. Todos los ciudadanos deben formarse bien y contribuir a la creación de un sistema productivo cuyos recursos humanos se basen en un personal altamente cualificado. De la crisis no saldremos igualando los salarios de los países emergentes o retrocediendo en derechos hasta ellos. De la crisis saldremos imponiendo la calidad, que viene de una alta cualificación del personal, a la cantidad y el coste. Y por supuesto, todo ello en un marco de ciudadanía, oportunidades, democracia y libertad  que nos permita desarrollarnos y conseguir todo lo que nos propongamos. 

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