sábado, 24 de mayo de 2014

Reflexión personal sobre la realidad de la implantación de innovaciones en el seno de la Administración Pública, así como su impacto en los empleados públicos y, por consiguiente, en el conjunto de ciudadanos

Realizada por: GRIMA CAMACHO, ALEJANDRO

El siglo XXI llega por fin a la Administración Pública”, “la Administración abandona la Edad de Piedra”, “se implantan innovaciones tecnológicas en los organismos públicos”… retumbaban en mi mente estas frases que ahora os presento, afirmaciones que, no hace mucho tiempo, captaron mis oídos. Pensé que sería de provecho el compartirlo con vosotros y que nos hiciéramos la siguiente pregunta: ¿Es palpable la modernización de las Administraciones Públicas en nuestro país? Tras esta primera cuestión, con la que creo que la práctica totalidad de los ciudadanos de este país estamos de acuerdo, me sobrevino súbitamente su continuación, ¿En qué medida se ven afectados a los empleados públicos dichas innovaciones? Todo ello no concluye aquí, ya que, como todo lo atinente a las entidades públicas, se antojaba ineludible la siguiente y (ahora sí, lo prometo) última cuestión: ¿Cómo sentimos estos cambios el conjunto de los ciudadanos?

Largas colas de espera, ventanillas que se cierran cuando ya se acercaba nuestro turno, cantidad ingente de documentos en las oficinas, procesos administrativos que se eternizan... todo esto nos suena, seguramente en más de una ocasión lo hayamos sufrido. Sin embargo, el núcleo esencial del problema requiere de una reflexión honda por nuestra parte. Efectivamente, la vida diaria de la Administración y, por extensión, la de sus empleados públicos y la de los ciudadanos relacionados con la misma, se ha visto en los últimos años modificada por una serie de cambios, alteraciones tanto metodológicas como organizativas que han virado en gran medida la forma de relacionarnos con la misma. Es más, desde los propios responsables de instituciones públicas de todos los niveles se incentivan medidas que ayuden a modificar en la medida de lo posible la forma mediante la que la Administración actúa, así como la interacción de los ciudadanos con la misma, llegando muchas de dichas medidas a derivar de instrumentos normativos (véase, por citar un ejemplo a nivel europeo, la Directiva de servicios).

Las sensaciones son claras, las muestras observables en el día a día de los entes públicos denotan que el proceso de modernización de las Administraciones Públicas ha comenzado: nuevos sistemas de atención al ciudadano en la sede de las instituciones, notificaciones electrónicas, buzón de quejas y sugerencias online, consultas ciudadanas electrónicas, modernos sistemas electrónicos de seguridad, archivos electrónicos, etc. Estos nuevos mecanismos deben instalarse en el seno de cada organismo tomando en consideración dos vertientes diferenciadas: por un lado, la interiorización de las nuevas herramientas y procedimientos en la propia organización interna de los entes públicos y, por el otro, el conocimiento, la aceptación y la familiarización del colectivo ciudadano con dichos avances.

La organización administrativa presenta una arraigada fórmula de actuación conocida por todos: rígidos procesos de selección, canales de comunicación desfasados, atención preeminentemente presencial… para conseguir insuflar un cierto aire fresco a los organismos públicos se requiere un cierto período de tiempo, ir poco a poco avanzando en la implantación de modernizaciones en el ámbito público. En dicha conciencia innovadora toman un papel fundamental los empleados que desempeñan sus funciones en el seno de las instituciones. Los mismos deben presentar una nueva cara, mucho más abierta a las innovaciones, encontrarse permanentemente dispuestos a reciclarse profesionalmente, otorgar una nueva forma de llevar a cabo su trabajo, etc. Ellos mismos deben transformarse, dotar de mayor amplitud sus respectivas funciones, intentar en la medida de sus posibilidades adaptar sus aptitudes a la nueva configuración de su trabajo.

Resulta oportuno resaltar que dichos empleados públicos no pueden encontrarse en ningún momento desamparados, enfrentados en solitario a la tarea de revolución que para ellos suponen ciertos mecanismos. Es por ello nuclear el tema de la formación, que adquieran nuevas destrezas a la hora de desenvolverse con medios electrónicos como los que anteriormente citábamos, que aprendan a adaptar su forma de trabajar a sus nuevos “compañeros” de trabajo. Formación que debe ir unida ineludiblemente con la motivación. La propia Administración Pública debe incentivar la implantación de mejoras en su seno, tomar un papel determinante a la hora de hacer llegar a los empleados públicos la necesidad del cambio en una determinada tarea, el invitarles a que no permanezcan anquilosados en la “tranquilidad” de su puesto de trabajo. Ante dicho panorama, solo resta que se  potencien medidas como reuniones, cursillos, encuentros entre los propios empleados públicos que tendrán un mayor contacto con las nuevas herramientas, sesiones para que los diferentes servidores públicos se familiaricen con los nuevos elementos, etc.

Las innovaciones administrativas no solo afectan a los empleados públicos, también somos sujetos interesados los propios ciudadanos, aquellos a los que estábamos acostumbrados a un trato permanentemente presencial por parte de la Administración Pública. El colectivo ciudadano se encuentra, cada día que pasa, más familiarizado con las últimas innovaciones. Nos encontramos viviendo en plena era tecnológica, donde todo el mundo está interconectado y la globalización es una realidad palpable. Sin embargo, se antoja imprescindible que la Administración Pública otorgue períodos prudentes de tiempo a la hora de implantar cualquier tipo de avance, solicitar al ciudadano su parecer sobre si desea un tratamiento informatizado o , por contra, continua deseando la asistencia personal en sus gestiones. En los últimos años, como hemos esbozado anteriormente, hemos asistido a una serie de innovaciones a la hora de acceder al trato con las diversas entidades públicas. Como ejemplo podríamos citar, entre una multitud de opciones: la posibilidad de llevar a cabo la Declaración de la Renta por vía telemática, la solicitud de las diferentes becas en la sede electrónica del Ministerio correspondiente, el recibo de avisos, comunicaciones e incluso notificaciones vía online, o incluso poder llevar a cabo diferentes gestiones (automatrícula, enseñanza virtual) con cualquier órgano de nuestro Centro Universitario sin salir de casa.

Todo lo que anteriormente hemos presentado a modo ejemplificativo representa únicamente una muestra de que con los diferentes medios disponibles en la actualidad, se produce, no solo un mejor despliegue de sus cometidos por parte de la Administración Pública, una Administración que, a pesar del esfuerzo (no solo económico) que supone la instalación, adecuación y potenciamiento de cualquier medida de este tipo, adopta una nueva disposición con mayor agilidad, tanto interna como externa, ofrece mayor catálogo de servicios al ciudadano, consigue ahorrar en materiales que actualmente no le son de su utilidad, etc. Por su parte, los funcionarios y el resto de empleados públicos descubren nuevos métodos con los que desarrollar sus cometidos, se regeneran profesionalmente, evitan excesivos formalismos en su trabajo, eliminan el volumen de documentos que inundaba sus secciones… se abre la puerta a la digitalización de los documentos administrativos. Por último, la comunidad adquiere mayor autonomía, se encarga de manera más directa de sus quehaceres administrativos, algo que posibilita la posibilidad de llevar a cabo un gran número de gestiones sin salir de su domicilio.

Sin embargo, no todo son buenas noticias. Me gustaría detenerme por un instante, os pediría que intentáramos por un momento desgranar la palpable realidad que traen consigo estas innovaciones: puestos de trabajo en los que anteriormente se desenvolvían empleados públicos que ahora se han tornado prescindibles, con la consiguiente eliminación de dichos empleos para futuribles oposiciones o cualquier otro medio de acceso, el servicio impersonal al ciudadano, tareas que anteriormente eran desempeñadas por personas y, actualmente, son desarrolladas por máquinas, la dificultad de un amplio grupo de la sociedad a la hora de desenvolverse con estos nuevos utensilios, etc.

Quisiera despedirme de ustedes con una anécdota que me ocurrió en una reciente visita al Archivo Histórico Provincial (sito en la calle Almirante Apodaca de nuestra ciudad). En la ventanilla de atención al ciudadano observé un letrero que venía a decir lo siguiente: “Usted tiene suerte, está siendo atendido por un empleado público”. Debo expresar que, aun siendo firme defensor de que determinadas medidas innovadoras dentro de la Administración se antojan irrenunciables, continuo viendo en ocasiones indispensable la atención personal del empleado público para con el ciudadano que ha esperado pacientemente su turno; a que se abra la ventana abierta al público, ese lugar que, en la mayoría de ocasiones, nos mostrará el verdadero “rostro” de la Administración Pública, ese que conforman el conjunto de los trabajadores a su servicio, personas que, no olvidemos, seguirán “funcionando” cada mañana para atender a cada persona que se acerque a ellos. Así, tras un sencillo “buenos días”, volverá a hacerse realidad, como cada jornada, el cálido y humano servicio que brinda la Administración.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.