Noticia
propuesta por Raquel Gil López
La pregunta frecuente:
“es o no es posible motivar a los demás” parece lanzada a una palestra en
la que se enfrentan, con fervor y pasión, los campeones de ambas tesis. El
management es notoriamente cartesiano y sólo le gusta lo que es preciso e inequívoco,
pero si trazamos con navaja las fronteras de la motivación, llegamos a una
paradoja: “ es posible motivar a alguien” y “ es
imposible motivar alguien”, son dos afirmaciones contradictorias que,
extrañadamente, resultan ambas verdaderas.
Antes de desarrollarlo, me gustaría
recalcar la ambigüedad del concepto. ¿Qué significa motivar? Literalmente, es
dar motivos. Y ¿qué es la motivación? Desde un punto de vista psicológico, es
“el conjunto de los factores que orientan dinámicamente un individuo hacia una
meta determinada”.
Esto nos lleva a considerar motivado
aquel cuyos objetivos reconocemos y admitimos. Sin embargo, cuando los
objetivos de uno son de hacer el mínimo esfuerzos, deberíamos considerarlo
motivado cuando no está haciendo nada; su motivación siendo el conjunto de los
factores que lo empujan a no hacer nada. Pero como el objetivo del esfuerzo
mínimo no está reconocido, ni laboral ni socialmente, resulta difícil el
calificar el perezoso como motivado, aunque lo fuera a la pereza.
En el contexto industrial,
vemos motivado aquel cuyas metas coinciden con las de la empresa, es
decir aquel que se esfuerza en realizar, en cantidad y calidad, el trabajo que
le ha sido encargado. Si su objetivo no es el colaborar lo
más posible a los de la empresa (o de su jerarquía), deducimos que no está
motivado cuando resultaría más exacto concluir que está posiblemente motivado
por otras cosas.
En la motivación psicológica
intervienen, ya lo hemos mencionado, tanto los factores como las metas.
La pregunta es por tanto de saber si podemos tener influencia en uno cualquiera
de estos dos elementos. Si la respuesta es negativa, entonces no es posible
motivar a los demás. Si es positiva, tendremos que admitir que es, por lo menos
en parte, posible.
Es momento de que volvamos a la navaja
del principio y nos preguntemos si las demarcaciones entre influencia y
no-influencia son realmente nítidas. ¿Son los factores que nos orientan hacia
las metas exclusivamente endógenos? ¿Son estas mismas metas únicamente propias
y totalmente independientes de nuestro entorno?
Somos, al menos en
parte, lo que los demás hacen de nosotros. Todos somos un
poco Galatea esculpida por Pigmalión. Si no fuera el caso, no seríamos más que
robinsones salvajes aislados en una sociedad-selva. La mirada de los demás, las
palabras que nos dirigen, sus actos, nos influyen en permanencia, que seamos
conscientes de ello o no. Lo hacen de forma individual y más aún de forma
colectiva. La presión de conformidad de un grupo puede ser muy poderosa, que
sea en la familia o el trabajo. La cultura dominante de una sociedad nos moldea
y condicionada nuestros comportamientos, cuya repetición afecta progresivamente
a nuestros pensamientos más internos: “ quien siembra una acción cosecha una
costumbre, quien siembra una costumbre cosecha un carácter”. No hay ni un solo
psicólogo que se atrevería a pretender que somos insensibles a la influencia de
los demás. Por lo contrario, ha sido demostrado que ni siquiera existe un
observador neutral, porque su sola presencia, o el hecho mismo de sentirse
observado, nos afecta y nos influye.
Entre la influencia
absoluta y su ausencia categórica existe por tanto una amplia zona borrosa, con
fronteras permeables, donde los dos extremos emulsionan.
Y ¿qué decir de
nuestros objetivos si no que resultan anidados como matrioskas? Nuestros sueños
nos pertenecen y son relativamente constantes, pero el camino hacia ellos está
jalonado con sub-objetivos a más corto plazo, que surgen de nuestros encuentros
y de las oportunidades que nos brindan el entorno y aquellos que nos
rodean. Proponer metas aceptables que dan ganas de alcanzarlas es por
tanto una forma de activar una motivación. La mera capacidad de
saber convertirlos en aceptable es una habilidad que actúa en ella.
Así se ve contestada la pregunta
anterior: los factores no son exclusivamente endógenos y las metas tampoco son
totalmente independientes de nuestro entorno.
Sin embargo si
trazamos fronteras limpias a la motivación, hemos de concluir que es imposible
motivar a los demás. En efecto, ni sus sueños ni los medios para que los
alcance están en nuestras manos. Resulta por tanto imposible
imponer la motivación o inyectarla como con una jeringuilla.
Pero resulta igual de
imposible afirmar que la motivación es exclusivamente personal. Parte de
nuestras metas así como de los factores que nos acercan a ellas proviene del
exterior. El entorno nos moldea; McGregor decía que los demás nos forjan. Por
tanto las dos afirmaciones son verdaderas aunque contradictorias, porque en materia de motivación, operamos en lógica borrosa en un campo
cuyas membranas porosas determinan una zona que es ni negra ni blanca, como
siempre se da el caso cuando hablamos de psicología humana.
Debemos admitir por
consiguiente que no podemos hacernos cargo de la motivación de
nuestros colaboradores, de nuestros colegas o de nuestro superior
jerárquico. Esta queda en su poder. Pero debemos igualmente admitir
que somos parcialmente responsables de la misma porque actuamos
sobre ella permanentemente.
Resulta extraño notar que estos mismos
ejecutivos que niegan la posibilidad de actuar sobre la motivación de los demás
declaran a veces a oídos amigos, lo más a menudo en momentos de
descorazonamiento: “es increíble ver hasta qué punto algunos pueden cortarnos
todas las ganas”. ¿no es esto reconocer una influencia externa sobre la propia
motivación?
En un equipo, todos – líder incluido –
son corresponsables de la motivación de todos. Y a la vez, nadie puede
escudarse en los demás para escabullirse de sus propias responsabilidades en su
actitud.
Fuente original:
http://blog.fractalteams.com/2012/10/05/motivar-o-motivarse-esta-es-la-cuestion/
Realizado por Angela Wilson:
ResponderEliminarLa motivación de los empleados de una empresa es algo esencial para el éxito de la misma pero aumentar la motivación únicamente con el salario es una medida que muchas empresas toman y acaba creando el efecto contrario al que se pretendía , las empresas que cuentan con trabajadores motivados son las que tienen más éxito , los individuos con alta motivación rinden mas en sus trabajos incluso aprovechan mas el tiempo alcanzando los objetivos planteados por la empresa con más facilidad , por ello es necesario ser motivado y motivar al resto de trabajadores , ya que estos realizaran con mas esfuerzo su trabajo y aumentara como bien dice el texto la cantidad y la calidad del trabajo realizado, al final es beneficioso para la empresa y para el propio trabajador.