Por: Sandra Vicente Noguero.
En los tiempos que corren son, o más
bien somos, muchos los que pensamos que tener una sólida formación académica es
un aspecto básico y fundamental para aspirar a conseguir un buen puesto de
trabajo, bien en la Administración Pública, bien en el ámbito organizacional
privado.
Llevando esta idea de la necesidad de
formación al ámbito laboral cabe reparar en la siguiente cuestión… ¿se piensa
lo mismo cuando ya se ha conseguido el puesto deseado?
En mi opinión, y demostrado por
actitudes y aptitudes que podemos observar en los funcionarios de la Administración
Pública y trabajadores de empresas privadas, pienso que no. En efecto, ¿Quién no
ha sido testigo de algún “enfrentamiento” entre un empleado público y su
ordenador o programa informático en cuestión? ¿O no saber orientar adecuadamente
ante una cuestión concreta (de su competencia, claro está) a un ciudadano? ¿O
no poder atender correctamente a un usuario por no entender su idioma? Estos
son algunos ejemplos que, a mi entender, ponen de manifiesto que no se apuesta
lo suficiente por la formación de los recursos humanos una vez que ya tienen
ese estatus, es decir, una vez que ya son parte de la organización, ya sea ésta
pública o privada.
La formación debe ser un requisito de
suma importancia durante toda la vida en activo de un sujeto, no solo en la
fase previa al acceso a un puesto de trabajo, sino también durante el
desarrollo del mismo. Esto es relevante por muchos motivos, pero por destacar
algunos podemos ver: los imprescindibles cambios a nivel informático y de las
nuevas tecnologías, que agilizan mucho los trámites administrativos por vía telemática;
cambios normativos que conllevan modificaciones de impresos y modos de
proceder; o nuevas exigencias de los usuarios.
Los recursos humanos tienen que tener
una sólida formación para desempeñar correctamente sus funciones, pero si eso
es importante, igual de importante es que esa formación se recicle conforme sea
necesario, ya que el devenir del tiempo conlleva necesariamente una serie de
cambios asociados.
Los directivos de las empresas, en el
ámbito privado, y las instituciones competentes, en el ámbito público, deben
invertir fondos y tiempo en la formación de sus empleados. Esta formación puede
ser dentro o fuera de la organización; si realiza dentro de la propia organización
las técnicas más utilizadas son la rotación de puestos y la asignación de
aprendices que supervisen el trabajo de sus compañeros; mientras que si se
realiza fuera de la organización las técnicas utilizadas son más variopintas,
como reuniones de formación, seminarios y conferencias, simulación de supuestos,
y algunas menos conocidas como los métodos del caso y de las situaciones o del
incidente crítico.
Por personas allegadas conozco casos
de grandes empresas a nivel nacional que usan una técnica de formación de su
personal consistente en lo que podríamos venir en denominar “aprender equivocándose”,
de este modo, el o los empresarios incentivan forzosamente a sus empleados
a aprender, bajo la presión de que no
deben equivocarse.
Este tipo de técnica creo que es
bastante eficaz para el empresario y directivos de las organizaciones, porque
consiguen los resultados esperados, pero ¿y para los empleados? Para ellos es
justo lo contrario ya que se ven sometidos a la presión de tener que hacer bien
su tarea si o si (independientemente de que todo trabajador deba tener como
premisa básica el hacer bien su trabajo) bajo la reprimenda del superior o su
propio malestar o decaimiento por no hacer bien su trabajo. Este método es una clara
evidencia de cómo ahorran los directivos de las empresas y organizaciones
dinero en formación de sus empleados.
Para concluir, añadir la idea de que
un personal debidamente formado, es un personal que actúa en su trabajo de la
mejor forma posible, y que está preparado para solventar cualquier imprevisto
que se le pueda presentar porque conoce las últimas novedades y cambios
aplicados en su ámbito. Esto es muy beneficioso para las empresas y
administraciones porque así pueden ofrecer servicios de mejor calidad y serán
mejor valorados por los clientes y usuarios.
Además, la formación también incide
en la motivación personal de los recursos humanos ya que los individuos se
sienten útiles, adaptados, preparados para su labor; además puede suscitarle interés
por conseguir un ascenso profesional y poder crearse nuevas expectativas más allá
de haber conseguido la estabilidad en su puesto de trabajo.
En cambio, si no se forma debidamente
al personal, surge el riesgo de absentismo, desgana, apatía, falta de motivación
en el trabajo, e incluso el desistimiento y abandono del mismo por no saber adaptarse
al progreso de la vida.
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