miércoles, 22 de mayo de 2013

Aportación personal

CULTURA "EMPRESARIAL" EN LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS.


La vida del funcionario, tal y como la percibimos a través de los medios, historias que nos cuentan amigotes y conocidos, anécdotas entre caña y tapa, parece ser la vida ideal del trabajador improductivo. Se ha tenido por señalar que los beneficios de que gozan ha de desaparecer, también se hace referencia a que hay que acabar con el empleado público tradicional (como apuntan algunas CCAA), que hay que establecer controles más estrictos sobre los puestos de trabajo... No obstante, nadie se ha percatado en señalar que también es cierto que sin funcionarios públicos las cosas serían muy diferentes, tal vez más difíciles. La labor del empleado público, en teoría, es una labor de servicio con la sociedad, una vida de servicio con los ciudadanos en tanto que juegan un papel fundamental como hilo conductor y de intermediación de la actividad de la Administración, algo que no es poco.

Nos estamos refiriendo en esta reflexión a que el empleado público, dado su estatus y condición, es garante de un servicio al pueblo que ha de ser de calidad, eficiente y agradable; es un agente fundamental en la gestión y aplicación de los recursos públicos: maestros, médicos, policías, bomberos, etc. todos sin distinción, desde el nimio auxiliar administrativo de ventanilla hasta al director de una oficina de la Administración, forman parte de un engranaje de tales dimensiones e importancia que resulta de todo punto chocante que ellos mismos no sean conscientes de la importancia de su trabajo. Valga el ejemplo:

(Vídeo satírico en que "cazan" por sorpresa a varios 
funcionarios llegando una hora tarde a su puesto de trabajo)

Ahondando en el tema, parece ser que uno de los puntos fundamentales en los que quiebra la formación de todo empleado público es en lo que en el sector privado se conoce como "cultura de empresa", es decir, la creación de un imaginario colectivo que aporta cohesión como entidad a una empresa y que ilustra su actividad de unos valores éticos. Dicho de otro modo: lo que parece que falta en las Administraciones Públicas es la creación de un ideario y su difusión, pues si en círculos teóricos todo lo anteriormente expuesto ya ha sido dicho, parece que no se ha repetido lo suficiente. Inculcar en el empleado público una serie de valores que están intrínsecamente vinculados a su actividad debería ser una de las piedras angulares en la formación de los empleados públicos, concienciarlos de la actividad fundamental que desarrollan, de que el sueldo que cobran y los beneficios de que disfrutan no es una carta blanca a su uso y disfrute, sino que dichas ventajas se les concedes por la importante consideración y utilidad que tiene su trabajo.

Como parte de dicho ideario deben ser concienciados de que en última instancia su "jefe" es el ciudadano que ha esperado una larga cola y se acerca a la ventanilla esperando un poco de tacto, y no una cara larga y un más que cuestionable servicio (en lo que a calidad se refiere). No estamos hablando de crear una ilusión vanidosa y creativa del funcionario, simplemente de que hay que inculcar a todo empleado público un elenco de ideales relacionados con la actividad que desempeñan, realzar el valor de su trabajo. Es algo que algunos servidores públicos entiendes por convicción, pero no podemos esperar lo mismo de todos ellos.

Finalmente, recalcar que la creación de esta "cultura empresarial" no debería suponer una puerta abierta para una falsa idealización del funcionario, ni una excusa para hinchar nuevas partidas presupuestarias, sino que debería emprederse con el mismo espíritu que se pretende transmitir, primero a los propios empleados públicos, y luego a la totalidad de la ciudadanía.

1 comentario:

  1. Se suele decir que España es el país de la Unión Europea con más funcionarios a la cabeza y a menudo se ataca a este colectivo pidiendo una reducción del mismo.
    Hay que recordar que, además de oficinistas, en la función pública también hay jueces, letrados, personal sanitario, maestros, catedráticos, policías, militares, ingenieros, arquitectos, etc. Por eso, se da la contradicción de que se pida reducir el número de funcionarios con el de aumentar el número de jueces y profesores, por ejemplo.
    Lo que si es cierto es que hay muchos puestos de asesores y técnicos que hay dentro de la función pública, donde si se podría reducir de un modo eficaz.

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