martes, 7 de mayo de 2013

Beneficios de ser un estúpido en el trabajo


¿Resulta productiva la estupidez? En una época en la que muchas organizaciones sustituyen la meritocracia por una suerte de mediocrecracia, prospera una fauna de incompetentes aparentemente eficaces pero que en realidad apenas aportan valor a su compañía.
La posibilidad de que los estúpidos puedan llegar a ser eficaces en un entorno laboral no es una quimera. La existencia de mediocres e incompetentes con pátina de eficacia es una realidad en muchas organizaciones. Y hay teorías para todos los gustos sobre ello. La revista Fortune se hacía eco recientemente de una investigación sobre la "estupidez funcional" dirigida por Mats Alvesson, profesor de estudios de la organización en la Lund University de Suecia.
Alvesson habla de "formas de gestión de la estupidez", y de la posibilidad de que incluso ésta pueda llegar a ser productiva.
Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, asegura que hay un tipo de estúpidos que pueden ser mantenidos en cualquier organización si en el fondo no se desea que cambie nada en ella: "Su presencia te asegura que nada va a variar. Un profesional con talento puede ser molesto. Genera cambios, pide más, propone ideas... Cuando alguien no es precisamente brillante, lo cierto es que no molesta. No tiene iniciativa, ni buenas ideas. Estos profesionales son buenos mantenedores y en este sentido pueden jugar un papel útil en una organización".
Ignacio García de Leániz, profesor de recursos humanos de la Universidad de Alcalá de Henares, cree que la mediocridad llama a la mediocridad, de tal manera que en gran medida "esta crisis que padecemos es una crisis de la excelencia en la gestión pública y privada, y una apoteosis de lo mediocre, tanto en la empresa como en la política. Estamos asistiendo así al triunfo de la incompetencia, que es siempre el fracaso de toda empresa o sociedad".
Urticaria al cambio
García de Leániz considera que "sería muy interesante estimar el coste de oportunidad que tiene en numerosas empresas españolas esta potenciación y promoción de la mediocridad, que se define por una actitud meramente reactiva y por el sabotaje de cualquier plan de cambio o transformación; un complejo de inferioridad enmascarado por comportamientos a menudo agresivos; la profunda indiferencia, cuando no desprecio, a las mejores prácticas de su entorno y una salida al exterior globalizado; y la demolición de los valores fundamentales que hicieron aquella empresa o institución pública digna de estima".

Para Julio Moreno, socio de Korn Ferry, hacer carrera desde la estupidez, es posible. Moreno se refiere a casos como el Mr. Chance interpretado por Peter Sellers: "Son posibles en política, pero mucho más infrecuentes en la empresa actual. Algunas profesiones liberales si son nichos para estos perfiles, incluso los atraen. Algunos de ellos prosperan, y hasta llegan a forjar empresas de lo que antes era un negocio, pero generalmente sufren 'crisis de crecimiento' cuando la empresa alcanza una masa crítica, y terminan desapareciendo, o con suerte, vendiendo el negocio. Pero es bastante frecuente ver en las organizaciones, a pesar de ser grandes y profesionalizadas, ese tipo de estúpidos".
Moreno recuerda la teoría que Carlo María Cipolla defiende en su obra Alegro ma non troppo Tratado de la estupidez humana acerca de que ésta es todo lo contrario de la inteligencia, y que la inteligencia es tomar decisiones que son buenas para nosotros y también para los demás. Es decir, que suman al conjunto.
Pelotas
Ovidio Peñalver señala que todo esto tiene que ver asimismo con confundir la fidelidad con la competencia: "Promocionas a aquel del que te fías, aunque no sea el más capaz. Muchos jefes se rodean de mediocres porque esa es su única forma de brillar. Así, los pelotas –que son otra clase de estúpidos laborales– promocionan si dan con un mando que los necesita. El que es gris, tiene así un recorrido en esa organización con ese jefe". En este sentido Ignacio García de Leániz recuerda que hay en el profesional mediocre un mecanismo de resentimiento contra los colegas o colaboradores que tengan mayor talento y competencias profesionales, que les lleva a rodearse en la formación de sus equipos y en las promociones de perfiles grises que no destaquen por encima de él; y a impedir la promoción del talento y la competencia.

Y Jorge Cagigas, socio de Epicteles, cree que la estupidez no es verdaderamente rentable: "El estúpiodo puede ser más bien una estrella fugaz. Hay organizaciones que cuentan con tontos útiles. Eligen a alguien débil a quien más tarde destrozarán. Debe ser alguien que no dé problemas; con pocas capacidades y que no cuestione a quien manda. Un pelota es un magnífico tonto útil, pero hay muy pocas posibilidades de que un pelota pueda dirigir algo. Cuando dejan de ser necesarios son aniquilados por el sistema".
FUENTE:

2 comentarios:

  1. Antes de comenzar a comentar dicha noticia, he de confesar que estoy completamente de acuerdo con ella.

    Hemos pasado a sustituir meritocracia por la mediocrecracia, valorando más a una persona que en realidad apenas aporta valor a la compañía, convirtiéndose como bien se define en la noticia en ``un pelota´´ que a uno que realmente pueda contribuir con los asuntos de la empresa, pudiendo incluso llegar a solventar aquellos problemas que puedan surgir. Los líderes actuales por miedo a no perder su puesto prestigioso, prefieren escuchar halagos, soportar la presencia de tontos útiles a tener en su empresa a personas con capacidades y talentosas para que no cuestione quien manda.

    Por lo que llego a la conclusión de que más vale ser un estúpido o más bien aparentar serlo, que comportarte como una persona `normal´, pues esto puede originarte grandes ventajas en el trabajo.

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  2. Estoy de acuerdo con la crisis actual, y que venimos arrastrando desde varios años, en las capacidades, esfuerzo y motivación de los trabajadores.

    Estamos ante una cuestión clave donde se debe intervenir, pues el desarrollo y la creatividad son la base de todo avance y crecimiento.

    Pero para nada apoyo la idea de que esa mediocrecracia pueda aportar mejores resultados, en ninguna organización, que una meritocracia. En primer lugar, aceptarlo implicaría una mayor expansión en el mercado laboral, y en segundo lugar carece de sentido en sí misma.

    En toda organización habrá etapas donde la actividad no presente ni precise de muchos cambios, pero el buen trabajador, capacitado y preocupado por el desarrollo de la empresa, sabe distinguir perfectamente lo que es necesario en cada momento.

    Un trabajador capacitado, que conozca la organización y sus objetivos, actuará de la manera que estime conveniente en cada situación. De forma pasiva o rutinaria cuando la situación así lo requiera durante un periodo de tiempo no muy largo al alcanzarse un determinado nivel de crecimiento en la organización, pero una vez que esa etapa haya pasado y se precisen cambios para que el crecimiento no se detenga ni entre en recesión, llevará a cabo las actividades oportunas.

    En definitiva, el profesional capacitado es capaz de prever los cambios que harán necesario desplegar ideas, habilidades y actividades para que la organización mantenga su nivel de rentabilidad e incluso crezca.

    Además, el valorar el mérito y seguir defendiendo una meritocracia es lo único que puede hacernos levantar esta crisis actual, lo único que fomentará la innovación y el crecimiento.

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