sábado, 20 de abril de 2013

Crítica al liderazgo en el ámbito de la Administración Pública

Reflexión personal de Alicia González Carmona

El liderazgo o líder es un elemento clave en el estudio de los Recursos Humanos. Entendemos líder como aquella persona que tiene capacidad para estimular y dirigir a otros individuos a realizar las tareas y actividades que éste considere significativas para alcanzar las metas u objetivos deseados.

El tenor literal de la definición anterior nos hace ver que estamos ante un persona que desarrolla una función importante dentro de la organización o Administración Pública, porque las actuaciones ejecutadas por sus subordinados son guiadas por él. Acerca de este tema se ha debatido constantemente.

Sin embargo, liderazgo no es dirección, la cual corresponde a sujetos que gozan de autoridad formal. La diferencia entre ambos conceptos se aprecia bien en el sector privado, pero es un tanto difuso en la Administración Pública.

En el sector público, caracterizado por tener una estructura altamente jerarquizada y burocratizada, predomina la dirección sobre el liderazgo. En la mayor parte de los casos, todos los altos cargos en la Administración son ocupados por políticos o por sujetos seleccionados "a dedo", prescindiendo aquí de los principios de mérito y capacidad determinantes del acceso a la función pública recogidos en el artículo 103 de nuestro texto constitucional. Este motivo resulta incoherente, ya que cómo es posible que los puestos determinantes, de los que se hace depender los demás no cumplan con un principio constitucional, que por otra parte sí es exigible para el resto de puestos subordinados. Los altos puestos deberían de caracterizarse por la objetividad, para que así estimulen y orienten las conductas de sus subordinados de acuerdo con los objetivos señalados, no dejándose llevar por orientaciones políticas o personales. Por lo que considero un error importante este hecho.

Por otro lado, las propuestas de liderazgo estratégico para el sector público presentadas por Villoria y del Pino, son una utopía, algo que resulta ideal para la teoría, mientras que en la práctica, por regla general no se ejecutan. Concretamente, una de ellas es liderar con el ejemplo, y en los tiempos que corren el ejemplo que predican una gran mayoría de líderes de la Administración Pública no es precisamente adecuado, pues cada vez más somos conocedores de sujetos que abusando de su autoridad dentro de la Administración se llevan dinero público a sus bolsillos.

En conclusión, las teorías sobre el liderazgo, sobre las funciones del líder dentro de la Administración Pública, etc, son un ideal, ya que deberían de desarrollarse en la práctica dentro de cada Administración, pero que simplemente completan manuales y libros; pues la organización del sector público, que predica con la objetividad, no es reflejo en sus altos cargos, que deberían de ser los que más gozaran de ella, ni mucho menos muestran un ejemplo digno a seguir por sus colaboradores.

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