Más concretamente me voy a centrar en la motivación de los
funcionarios públicos tomando como referencia para mi exposición una noticia la
cual sostiene que: La falta de premios, objetivos y castigos
merma la productividad en el sector público.
En primer lugar
señalar que, la motivación es un proceso que tiene efectos hacia el futuro, en
el sentido de que en la medida que la satisfacción sea mayor o menor va a
afectar en las conductas futuras del individuo, va a influir en el esfuerzo que
dicha persona ponga para realizar determinadas actividades.
Los funcionarios públicos tienden a reducir su rendimiento
en el ejercicio de sus funciones tomando de referencia a aquel compañero que no
ejecuta correctamente sus funciones y no se ve sancionado por ello. De esta
manera el empleado público no se encuentra motivado ni por él mismo ni por su
entorno, y como consecuencia de ello ajusta su productividad a la retribución que
recibe, haciendo referencia aquí a una de las dimensiones de la motivación, la
intensidad, que se puede definir como el grado de esfuerzo que un sujeto está
dispuesto a llevar para realizar una determinada actividad, por tanto el
esfuerzo realizado por el trabajador no es el adecuado para obtener la mayor
productividad posible, y se calificará como un trabajador no eficaz ni
eficiente.
El origen de este problema más bien que en los propios
trabajadores se encuentra en el vértice de la pirámide, es decir, en los altos
cargos políticos. No existe un cuerpo directivo lo suficientemente profesionalizado
que esté capacitado para imponer sanciones en casos en los que haya que
aumentar la productividad o por el contrario para aplicar incentivos positivos
de dinero o ascensos para aquellos que desempeñen sus funciones correctamente.
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