jueves, 25 de abril de 2013

Reflexión Personal. Ana María Macho Verdugo.


Tómese como punto de partida que todas y cada una de las acciones que desplegamos a lo largo de nuestra vida están guiadas por, al menos, una causa. ¿Por qué se constituye una organización? Desde un enfoque simplista, podría decirse que básicamente el motivo radica en que existen ciertas expectativas que sólo pueden ser cubiertas de forma colectiva, es decir, un conjunto de individuos que toman la decisión de agruparse para poder satisfacer sus necesidades.


Una organización, bien sea pública o privada, se constituye en aras de alcanzar unas metas, ¿Para qué se crean las organizaciones? Las organizaciones de índole privada operan movidas por el ánimo de lucro, la consecución de un beneficio económico que les reporta su actividad. En contraste, las entidades de naturaleza pública tienen como fin último la satisfacción del interés general.

Una vez asentada la idea anterior, si desecháramos el protagonismo que cobran los empleados en la colaboración hacia los objetivos de la organización estaríamos cometiendo un grave error.
La implicación entre organización y trabajadores, en nuestro caso Administración Pública y funcionarios, se asimila al proceso biológico de simbiosis.

La disciplina científica de la biología define simbiosis como un vínculo asociativo desarrollado por ejemplares de distintas especies. El término se utiliza principalmente cuando los organismos involucrados (conocidos como simbiontes) obtienen un beneficio de esa existencia en común.

La Administración pública necesita que los empleados públicos despierten un sentimiento de pertenencia a la misma, de tal forma que éstos se involucren en la consecución de los objetivos con sacrificio y esfuerzo. Como bien dice el refranero español “una mano no se lava sin la otra”, no es en vano esta expresión, puesto que los individuos integrantes de una organización tienen unas expectativas a ser cubiertas cuando se integran en la misma, y no sólo el beneficio económico que les reporta desempeñar un determinado servicio, sino también el desarrollo personal.

Así, concibiendo Administración y funcionarios como copilotos de un mismo buque. La mejora del rendimiento de los trabajadores puede simplificarse en dos vertientes: formación y motivación; como las dos grandes máximas que han de regir en el camino a seguir hasta llegar a la meta.
  •  Formación: 
La acuciante crisis económica que azota el país desencadena, entre otras muchas consecuencias, en la falta de puestos de trabajo a cubrir, supone que una gran parte de la población tras barajar diversas alternativas han vuelto a replantearse su escala de prioridades. Y así, quienes ayer salían de casa en busca de un puesto de trabajo, hoy lo hacen con la esperanza de que la formación por la que han apostado les brinde una oportunidad en el mundo laboral.
Observando cuál es la situación que atraviesa la oferta de empleo puede destacarse la notoria cualificación de los individuos al decidir invertir una gran parte de su tiempo en formarse y adquirir las competencias necesarias para desempeñar el trabajo cumpliendo el nivel de ejecución esperado por la organización.  
Ahora bien, ¿Qué es la formación sin motivación?

  • Motivación: 
No es difícil dejarse caer en la discusión doctrinal acerca de cuál es la definición de motivación más acertada. Se trata de una pérdida de tiempo en lo que a nosotros nos atañe, puesto que hay tantas definiciones como autores existen.

No obstante, no podemos negar lo evidente y es que la motivación es un proceso; proceso que se inicia por la mera existencia de algo que nos lleva a ejecutar una determinada conducta y mantenerla en el tiempo con el propósito de alcanzar nuestra meta.

Mantener esa actitud de sacrificio, esfuerzo y perseverancia es casi tan importante, incluso me aventuro a afirmar que más, que el mero hecho de su aparición. Es más, ese esfuerzo será un factor determinante a la hora de alcanzar los resultados y cubrir las expectativas que originaron dicho proceso.

A modo de conclusión, no se puede dar por zanjado el asunto aquí expuesto sin volver a hacer hincapié en que tanto formación como motivación se encuentran imbricadas, como si de los engranajes de un reloj mismo se tratase, con el objetivo de mejorar el rendimiento de los empleados y cuyo fin en última instancia no es otro que satisfacer el interés general.


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