Podemos dar una definición de
motivación siguiendo la expuesta por Delgado, el cual expresa que puede
definirse como aquel “proceso mediante el cual las personas, al realizar una
determinada actividad, deciden desarrollar unos esfuerzos encaminados a la
consecución de ciertas metas u objetivos a fin de satisfacer algún tipo de
necesidad y/o expectativa, y de cuya mayor o menor satisfacción va a depender
el esfuerzo que decidan aplicar en acciones futuras”.
Es decir, la motivación implica
un esfuerzo del trabajador, el establecimiento de unas metas u objetivos, así
como la existencia de una necesidad o expectativa. Es una cadena, en la que si
falta un eslabón, la motivación disminuye. Esto es, para que yo, trabajadora,
decida realizar un mayor/máximo esfuerzo en la actividad encomendada, necesito
previamente establecerme unas metas, que me vienen dadas por las necesidades que
yo necesite cubrir, bien sean propias, inherentes a mí, o bien sean creadas por
factores externos.
En el ámbito de la Administración
Pública existen dos tipos de estrategias de motivación, y la elección de una u
otra dependerá de los deseos, metas, necesidades e intereses de los empleados a
los que se intenta motivar, pues no tienen el mismo efecto las mismas
recompensar en personas distintas. Estos dos tipos son:
- Las estrategias de motivación externa: usando factores motivacionales ajenos al trabajador en sí mismo, como son la retribución en sus diferentes componentes, las promociones o ascensos, el agradecimiento por parte del superior, el reconocimiento público del trabajo bien hecho, el uso de la escucha activa y la respuesta, o el reconocimiento social de la actividad de los servidores públicos.
- Las estrategias de motivación interna: haciendo que el empleado público se administre a sí mismo recompensas intrínsecas, que nacen del propio trabajo y solo pueden ser otorgadas por el propio trabajador. Entre ellas podemos encontrar el sentimiento de éxito, la sensación de desarrollo personal, entre otras.
Considero, que en cualquier
organización, ya sea pública o privada, uno de los aspectos que más atención
deberían suponer por parte de los superiores es la motivación de los empleados,
pues como acabamos de exponer, en función de la motivación que tengamos
decidiremos realizar mayor o menor
cantidad de esfuerzo. De este modo, si el superior es un buen líder,
debería incentivar a sus subordinados, recompensarle por sus méritos, animarlo
en situaciones complicadas, ser cercano para trasmitir tranquilidad y bienestar
y generar un buen ambiente de trabajo, en el que unos se contagien a otros. En
otras palabras, debería utilizar las estrategias de motivación externas.
Hoy día, en muchísimos casos, falta
motivación, pues, como suele decirse, los ánimos están crispados, y tanto
empleado como jefe tienen detrás la situación por la que atravesamos, el mal
funcionamiento del sistema, los recortes, las decisiones de los políticos que
cada vez más crispan los nervios de todos los ciudadanos. A pesar de ello y con mayor motivo, encuentro necesario que tanto superiores como subordinados dejen a un lado el
negativismo e intenten buscar siempre algo por lo que luchar, algo por lo que
merezca la pena esforzarse y contagiarle el positivismo y la fuerza a los demás,
pues sin motivación no llegarán a ningún lado.
Como ya expuse en mi anterior
aportación, considero que el mayor y más importante activo de que dispone
cualquier organización es el recurso humano, por lo que si algún día llegase a tener a mi cargo a
trabajadores, procuraré que se sientan motivados, usando alguna de las dos
estrategias planteadas o ambas conjuntamente, y con ganas de hacer lo que
hacen, pues es la única forma de que satisfagan las necesidades que pretendo
cubrir al contratarles.
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